BRIOCHES – TURBANTES DEL SULTÁN [Y un cuento del revés]

     

Ay que nervios tengo!

Acabo de asaltar a Blanca [Menjar a cala Blanca] y os lo vengo a contar. Todo esto es porque Marga de Azafranes y Canelas ha sacado su nombre del bombo del #asaltablogs. Y yo me he pasado por allí y le he robado los turbantes de Sultán de las mil y una noches. No iba a irme de vacío de la cocina de Blanca.

Sobre todo, porque Blanca es una de esas  personas muy especiales a las que uno se encuentra muy pocas veces en la vida y cuando lo hace, sabe que ha tenido mucha suerte. Una persona que entró en mi vida virtual y dio un salto a la vida real, a la de verdad, y se convirtió en mi amiga.

Me he traído los turbantes y una historia truculenta de mujeres infieles asesinadas justamente [en casi todos los asesinatos de mujeres a lo largo de la historia, hay una justificación moral] que me ha dado la sensación de que estaba… no voy a decir mal contada. Diré mal enfocada.

Vamos a ver. La historia de las mil y una noches, como nos cuenta Blanca [Blanca cariño me tienes que perdonar que le haga esto a tu post] tiene como argumento la infidelidad de tres mujeres [las de dos reyes que como todos los reyes eran varones, y de un genio que como todos los genios, también era varón – ya sabéis, eso de los puestos de responsabilidad y tal]. Resumiendo mucho, la infidelidad de las tres mujeres hace creer a los tres  hombres que no hay mujer fiel sobre la faz de la tierra y deciden matarlas primero, y desposar después a una mujer cada día y matarla por la noche. No os cuento más porque esto lo podéis buscar y leerlo y no tiene mucho más interés hacerlo aquí, pero ya veis que esto va de justificar la maldad hacia el sexo femenino bajo el argumento de la culpabilidad y la falta de obediencia.

Yo lo que os voy a contar es la historia, tal y como yo creo que la pudieron vivir esas mujeres, desde justo justo el otro lado. 

Resulta que en un imperio muy muy lejano, los varones habían decidido que ya que ellos portaban la fuerza física, también iban a portar la autoridad moral y se pusieron mandar sobre todo ser vivo que hubiera a su alrededor. El ejercicio más o menos legítimo de la fuerza es al final lo que convierte a los soberanos en tales, así que mal no lo pensaron. Como en todos los sistemas, la presencia de una clase poderosa creó una clase oprimida: las mujeres, y los esclavos.

En este contexto enrarecido vivían estas tres mujeres. Las tres fueron educadas en el servicio al varón y el cuidado de los hijos, aprendieron a bordar, cocinar y cantar, y fueron casadas sin contar con su voluntad con tres tipos que resultaron ser sultanes dos de ellos, y genio un tercero. Oficios más o menos apañados para llegar a fin de mes. Estas mujeres se vieron de pronto con que a su mejor edad, todo lo que tenían por delante en la vida era limpiar, sonreír y tener hijos, y les pareció que esto era aburridísimo y que además, la vida se vive una vez y una no ha nacido con el fin único de decorar un palacio o hacer feliz a un gañán – por más que el gañán en cuestión sea sultán. Porque todo lo que no fuera ser buenas, sumisas y obedientes, era ilegal y así lo decían las leyes [las del cielo y las de la tierra, manda…].

Estas mujeres, adelantadas a su época, entendieron que en todo sistema regido por un poder central, lo legal se ajusta a aquello que conviene al  poder, y el poder eran sus maridos. Así que atenerse a las leyes las condenaba en vida al aburrimiento máximo y la infelicidad. Y que ese tipo de normas sobre sus voluntades y sus cuerpos, emanadas de un sistema tan autoritario y perverso, no eran legítimas por más que fueran legales. Y pasaron olímpicamente de ellas, eso sí, con discreción. Las muchachas, viendo que la vida se les iba sin disfrutarla, salieron de marcha, se tomaron unos vinos y se echaron unos amantes. Mucho más guapos, atentos y fogosos que sus maridos. Vamos, nada que ver. En particular la de una de ellas, que harta de aguantar a un hombre rudo y tosco, probó suerte con una doncella y le encantó la experiencia.

Empoderadas por esta repentina [y clandestina] libertad, empezaron a poner ciertas normas a sus maridos y a establecer sus cuerpos como territorios de batalla. Exigieron ciertas cuotas de poder, poco a poco, primero un poco de dinero para unas compras domésticas, después no me digas como me tengo que vestir, y finalmente no me esperes despierto, que me voy a ver a mi hermana que se encuentra mal.

Los sultanes, y el genio, se empezaron a poner nerviosos. No estaban acostumbrados a que alguien les cuestionara, y mucho menos una mujer. No sabían como manejar la situación y quedaron en el bar para llorarse las penas. Ya no eran esas niñas bonitas y dóciles que habían comprado hacía unos meses. Ahora sus mujeres hacían lo que les daba la gana, y la cosa iba a más. Y decidieron actuar.

Antes de que la cosa se fuera de madre y toda la corte tomara nota, tenían que imponer un castigo ejemplar. Y tenían que urdirlo lo suficientemente bien como para que nadie lo cuestionara. ¿Y que hicieron? Se inventaron tres amantes [porque no es cierto que las descubrieran, las chicas no eran tontas] y con la traición por bandera las hicieron matar. Fin de las libertades absurdas, pensaron.

Con la legitimidad que da el uso de la fuerza, muchas más mujeres fueron perseguidas y asesinadas, para evitar el efecto contagio. Como se aburrían mucho, a uno de estos tres orangutanes se le ocurrió comprarse una doncella cada día, casarse con ella y matarla después y así al menos los días se les iban en celebrar, violar a su esposa la noche de bodas, y matar. Una cosa muy de sultanes.

Hasta que llegó Sherezade. Sherezade era más lista que los ratones coloraos, y se dio cuenta muy rápido que el marido que le tocó en suerte tenía las luces justitas para pasar el día y que en cuanto lo consiguiera distraer y sacarlo de su zona de confort, su sultán ya no sabría que hacer con su vida. No daba para tanto, la criatura. Así que lo enredó en una telaraña hábilmente tejida de cuentos con los que el sultán dormía como un bebé. Como el sultán se quedaba todo el día medio bobo pensando en los cuentos, dejó de ocuparse de sus asuntos, y fue ella quien tomó las riendas, con notable eficiencia y sentido común. El sultán quedó enredado en la telaraña y se empezó a mostrar cada vez más dócil hacia su nueva esposa, que lo llevaba por donde quería. Tanto, que después de mil y una noches, el pobre patán en el que se había convertido aquel aguerrido gañán de otros tiempos, decidió dejarlo estar y no matar a su mujer, porque en verdad, si no estaba ella para resolverle la vida a él le iba a explotar la cabeza y ella, no muy libre pero sí bastante autónoma, pensó que mejor cuidar a un patán que acabar decapitada, y aceptó el trato.

Así que queridos, esto fue lo que [según yo, y porque me da la gana a mí] ocurrió. Que es mi relato, igual que los relatos de mujeres muertas por desobedecer, pensar o ser libres, han sido los relatos predominantes en ciertas épocas. Esas niñas con caperucita que se salían de la norma y eran castigadas, esas princesas díscolas que se largaban del palacio o se negaban a quedarse en una torre… y un largo etcétera de mujeres que no nos han contado la historia… desde su propio punto de vista.

BRIOCHES – TURBANTES DEL SULTÁN

CAL 357,6 · HC 57,1 · PR 8,1 · GR 11,4 [100 G]
INGREDIENTES
Leche, 200 ml [de avena, puedes usar normal]
Huevos, 2
Sal, 8 g
Harina de fuerza, 500 g
Levadura seca de panadero, 7 g
Azúcar, 80 g
Mantequilla*, 100 g
Uvas pasas, 50 g
Ron, para macerar las pasas

Huevo, 1 para pintar los bollos

*La mantequilla tiene cantidades residuales de lactosa, casi todos los intolerantes la podemos tomar, pero si no es tu caso existen mantequillas sin lactosa en el mercado

MODUS OPERANDI

NOTA. Las masas de brioche enriquecidas con huevos, mantequilla y similares no son fáciles de amasar a mano. Necesitan tandas de amasado largas y resultan pegajosas. Para hacerlo, lo ideal es que domines el amasado francés. También requieren amasados largos, a mano yo te recomiendo hacer varios amasados cortos [3-4 minutos] con descansos [5-10 minutos] entre ellos, hasta que la masa empiece a estar lisa y brillante. Normalmente yo todas estas masas las hago con robot amasador o al menos con el gancho de las varillas eléctricas [ese que es como una espiral].

***

Para hacer la masa de los brioches ponemos en el vaso de un robot amasador la leche, los huevos, azúcar, y sal. Lo mezclamos bien, añadimos la harina y amasamos unos minutos hasta tener una masa suave y lisa. Si vas a amasar a mano, pon estos ingredientes en un bol y amásalos dentro, la masa en este punto es pegajosa y no será fácil hacerte con ella. Cuando esté cohesionada, puedes seguir amasando en la encimera.

Una vez la tengamos, añadimos la mantequilla en daditos [no fundida pero tampoco fría] y amasamos  hasta que la masa esté lisa y brillante. Yo la tuve 6 minutos en cada tanda de amasado, en una máquina Kenwood a velocidad 3. Pero es orientativo, guíate por el aspecto de la masa. Cuando acabemos con esto, es un buen momento para poner las pasas a macerar en ron.

Una vez amasada, hacemos una bola, y la dejamos levar tapada hasta que doble su volumen. La tuve toda la noche en la nevera y creció una barbaridad, mucho más del doble. Una vez ha levado, la sacamos del bol, la plegamos con cuidado y dejamos que leve una segunda vez, aunque esta vez será algo menos: entre media hora y una hora y media, esto dependerá de la temperatura ambiente.

Pasado el segundo levado, la desgasificamos con cuidado y cortamos porciones del tamaño deseado. Yo hice un rollo con la masa y saqué 10 porciones. Dejamos descansar las porciones después de cortarlas, unos 5 minutos, y empezamos a formar los rollitos. Con ayuda de un poco de harina, estiramos cada porción, hacemos un churro y lo enrollamos como se ve en las fotos. Los terminamos poniendo unas pasas como broche del turbante.

Estos turbantes ya formados, los dejamos levar media hora, mientras se precalienta el horno, y los horneamos a 200ºC unos 10-12 minutos [es mejor ir viendo].

29 comentarios en «BRIOCHES – TURBANTES DEL SULTÁN [Y un cuento del revés]»

  1. No dudo lo mas minimo que tus brioches esten de rexupete no lo siguiente , te han quedado de relujo para no variar , cuando sea mayor quiero ser como tu no hay masa que se te resista.
    Seguro que a Blanca le ha encantado tu post a mi me tienes haciendote la ola me encanta no lo siguiente , Blanca es un encanto hace unos años tuve la suerte de conocerla cuando hacia el camino de Santiago al pasar cerca de mi casa .
    Bicos mil y feliz inicio de semana wapa.

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  2. Como ya te dije, fueron una de mis opciones, me encantan este tipo de brioches!! Pero cuando vi el panettone, no me pude resistir!! tenía tangas ganas de hacerlo que me lancé a ello, y la verdad es que lo repetiré muchas más veces, al igual que estos turbantes, ya me quedé con la receta para hacerlos. Viendo como te han quedado no me cabe ninguna duda de que están para relamerse!!

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  3. Vas a tener que pensar en dedicarte en serio a escribir, mira que te gusta!
    Por cierto, me gusta mucho más el final del cuento escrito por ti que el original, hay que ir sacudiendo estereotipos donde siempre salimos perdiendo.
    Y los brioches te han quedado bien, bien, tienen buen aspecto y seguro que están buenísimos, a mi personalmente es una preparación que me encanta.
    Besiños y feliz semana

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  4. Natalia Cortes

    Esa versión tuya de este cuento esta regia, del ser mujer en cualquier época y de «la fuerza» del hombre es para ver cada cuento e historia y el cómo lo venden en este mundo donde la cosificación desde siempre ha existido, por firtuna siempre hay una Sherezade. Delicioso asalto con estos brioches, besos y siempre es un disfrute leerte

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  5. Anayblanca

    Me ha encantado la versión de tu historia y esos turbantes divinos, que se ven tan apetitosos.
    Te dejo que me voy a conocer a Blanca (virtualmente por supuesto, que todas no vamos a tener la misma suerte).
    Besos de Blanca……………… la de Juego de sabores

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