GALLETAS DE LAVANDA [Pasadas por cocina]

Galletas de lavanda

Galletas de lavanda

Tengo una bolsa de lavanda y ya sé que hacer con ella.

Ese es el resumen de mi asalto de este mes. Es más, este mes no he tenido que revolver la cocina de No sin mi taper, víctima del #asaltablogs: este mes me he ido a favoritos y he rescatado la receta de estas galletas de  lavanda, que estaba guardada, y ya. Porque le tengo ahí desde que Montse la publicó. Que fue al poco tiempo de comprar un saquito de flores secas de lavanda ecológicas para hacer champú.

Sí, me hago el champú en casa. Cosas mías del decrecionismo y la cosa esta de no verter químicos al planeta, ya sabéis, mis frikadas de perroflauta. La cosa es que me había comprado la lavanda para jabonear. Y acabé pasando la lavanda por cocina. Básicamente. Y de ilegal, porque en esta casa existe una creencia infundada e indemostrable de si lleva lavanda, sabrá a ambientador de baño. O de coche. Lo cual requiere una cierta habilidad en el camuflaje, o bien cocinar cuando nadie mira.

El saquito anda guardado en la caja de jaboneo, donde almaceno todos los cacharros de hacer jaboncitos, champú y manteca corporal. Y lo tengo que sacar a escondidas, y colocarlo dentro de algún otro recipiente donde no asome, para que nadie levante la voz de alarma antes de perpetrar el crimen. Esta vez lo llevé a la cocina camuflado en una camiseta que iba para la lavadora, y una vez allí lo metí en el cajón de los cubiertos, pero al fondo-fondo, allí donde nadie llega, hasta el momento de usarla.

Para el preparado de azúcar y lavanda aproveché una salida del vikingo a recoger la ropa tendida de la azotea y cuando volvió con el cesto lleno me encontró estirando tranquilamente la masa para meterla a la nevera. El saquito estaba de nuevo en su cajón, esperando al próximo champú [que siempre es de eucalipto, detalle en el que nadie parece haber reparado]. Con estrategias similares he hecho anteriormente un pan de lavanda, y un pollo con umeboshi y una salsa aromática y delicada de shiso y lavanda.

Y es que hay cosas que en mi cocina entran de forma ilegal. Ingredientes no declarados, como el jengibre, el cardamomo o las acelgas. Con diferentes grados de dificultad [esconder un manojo de acelgas no es tarea fácil, amigos] que acaban en el plato sin que nadie se de cuenta antes del primer bocado, cuando ya es demasiado tarde para cualquier cosa.

Yo aprendí esto de pasar por cocina en un lugar de cuyo nombre será mejor que no me acuerde. Hace muchos años, cuando era canija, mi padre, camionero de profesión, me llevaba con él un par de semanas en verano de viaje. De viaje significa que mi padre estaba currando, y yo propiamente no hacía nada más allá de escuchar música, leer, o hablar por la emisora con los hijos de otros camioneros con los que nos ibamos cruzando, y convertirme en el entretenimiento ocasional de camareras de bares de carretera y recepcionistas de mercancías de las fábricas más variopintas.

Uno de sus viajes paraba en una central térmica, a la que llevaba bobinas de algo que no recuerdo. Allí había un comedor estupendo donde se podía uno tomar un colacao, comer un bocadillo o incluso un menú del día. Los operarios de la fábrica bajaban a tomar cafés, y a veces, pedían a los camareros que los pasaran por cocina. Yo, que tendría doce o trece años, le pregunté al camarero qué leches era aquello de pasar los cafés por cocina, y se rió. No dijo #nimu y cambió de tema. Bien. Vale. Ya lo averiguaré. Y lo hice, claro. Fue mi padre quien me lo explicó.

En las centrales térmicas está absolutamente prohibida la ingesta de alcochol en cualquier cantidad por ninguno de sus trabajadores. Pero en estos lugares, además de trabajadores, hay operarios externos, como son los camioneros, albañiles, repartidores… trabajos periféricos que no tienen nada que ver con cosas que explotan en general, más allá del hecho de que una central térmica ya es una cosa que explota en sí misma. Y por ello, el bar no tiene bebidas alcohólicas, para qué iban a tenerlas. Pero a veces, a los operarios externos [y vete a saber tú si algún trabajador], les podía apetecer tomarse, no sé, un carajillo, pongamos por caso. Pues bien. Aprovechando un mínimo resquicio legal, los cocineros tenían alcohol en la cocina [coñac para los flambeados y guisos de carne, tal vez ron o whisky] y cuando alguien pedía un carajillo, en realidad lo que pedía era un café pasado por cocina, donde no hace falta que explique lo que caía en la taza.

Así que yo ya me he quedado con el hábito de pasar por cocina cosas tales como la lavanda, el jengibre o los manojos de acelgas, así, por la puerta de atrás, con alevosía y premeditación. Sin testigos, sin rastro y sin negociaciones.

¿Quieres una?

Galletas de lavanda

Galletas de lavanda

GALLETAS DE LAVANDA

CAL 530,4 · HC 59,9 · PR 6,1 · GR 30,4 [100 G]

INGREDIENTES
Mantequilla, 115 g [temperatura ambiente]
Azúcar moreno, 60 g
Lavanda seca, 1 cucharadita
Harina, 175 g
Levadura, media cucharadita [levadura química, impulsor o polvos de hornear, tipo Royal]
Sal, una pizquitina [seguro que me entiendes, no sé, la puntita de un cuchillo, muy poca]

Leche de almendras, 2 cuchardas [opcional, y la leche puede ser de cualquier tipo]

MODUS OPERANDI

Lo primero de todo es asegurarnos de que la mantequilla está a temperatura ambiente y blanda, que no derretida. Si no lo está, podemos cortarla en cubitos pequeños y dejarla en un lugar cálido, o darle unos golpes de microondas con cuidado de que no se funda.

En un mortero, o con ayuda de un robot de cocina, trituramos el azúcar con la lavanda. Si es en un robot, puedes triturar todo para que quede más fino. Si lo haces en mortero, tritura dos cucharaditas de azúcar con la lavanda para ayudar a que rompan las flores secas, y después integra la mezcla con el resto del azúcar y reserva.

Ponemos la mantequilla en un bol y la batimos con una varilla eléctrica [o usamos una máquina amasadora con varillas]  hasta que esté cremosa. En ese momento, añadimos el azúcar y seguimos batiendo, hasta tener una mezcla un poco espumada y algo más blanquecina que al comienzo.

Ahora solo nos queda incorporar la harina con la levadura y la sal. Si lo haces a mano, lo ideal es tamizarlo. Mezclamos en un bol harina, levadura y sal, y la añadimos a la masa con ayuda de un tamiz o un colador, para que sea uniforme. Si usas un robot amasador, puedes tamizar toda la harina en el vaso del robot y amasar a velocidad baja con un gancho de espátula. Y si tienes Thermomix, la forma más fácil es antes de empezar con la mantequilla, poner la harina+levadura+sal en el vaso seco, darle dos golpes de turbo, y reservar en un bol. Luego la incorporas tal cual.

Amasamos, y si vemos que la masa es excesivamente seca y quebradiza, recurrimos a la leche de almendras [o la que tengamos]. Ponemos una cucharada, amasamos y comprobamos el punto. Tiene que ser una masa cohesionada, como plastilina. Ponemos la segunda cucharada sólo si es necesario. Esto ocurre porque no todas las harinas absorben el mismo líquido, y para la misma mantequilla puede hacer falta algo menos de harina. Si mezclas a mano, tal vez te des cuenta a tiempo y no eches toda la harina, pero si lo haces con robot, cuando te das cuenta sólo te queda recurrir a algo de líquido extra.

Estiramos la masa en un papel de horno o un silpat, hasta tener un disco irregular de unos 2 cm de alto. Lo tapamos [yo lo he tapado con otro silpat] y lo metemos a la nevera, 30 minutos como mínimo. Cuando la masa ya está lo suficientemente fría, la sacamos y nos liamos a estirar. Es el momento de encender el horno a 250 ºC para que coja temperatura.

La masa se estira sobre la encimera ligerísimamente enharinada, y nos ayudamos con un poco de harina para que no se pegue al rodillo. El rodillo se coloca en el centro de la masa y se estira hacia el borde, no hacemos movimientos de un borde a otro.

Yo uso para hacer galletas un rodillo con niveles. Estos rodillos tienen en el extremo unos discos de diferentes alturas, que hacen que la masa quede uniforme a la altura deseada. He hecho galletas de 4 mm,  pero las puedes hacer a tu gusto.  Cuanto más finas, más crujientes, pero si usas cortadores con detalles pequeños, se pueden romper. El cortador de lagartija da problemas con masas más finas, las patas se acaban partiendo o perdiendo algún dedo…

Cortamos las galletas, con cortadores, con un aro, o con lo que tengamos. Si no tienes nada, puedes hacer rectángulos con un cuchillo, o usar  un vaso para sacar círculos. Lo que encuentres. Si un vaso te resulta incómodo para sacar la galleta, abre por los dos extremos una lata de atún, lava bien el interior, y ya tienes aro.

Una vez hayas cortado toda la masa estirada, amasa el sobrante, y vuelve a estirar y cortar. Si en algún momento la masa coge mucha temperatura y se pega demasiado, un truco para no eternizarte es meterla un ratito al congelador. Si haces esto, forma un disco de masa, y envuélvelo bien en papel film, el congelador es un mundo de aromas…

Con las galletas cortadas, sólo queda hornearlas. Se dejan a 180 ºC entre 8 y 15 minutos [8 si son muy finas, 15 si son gorditas]. Y a una altura media-alta [mi horno tiene cinco alturas, para galletas  uso la segunda]. En todo caso, ve vigilando, y cuando comiencen a dorarse, ya están.

34 comentarios en «GALLETAS DE LAVANDA [Pasadas por cocina]»

  1. Ana querida, pasar por cocina y engañar al personal con los ingredientes de los platos que sirvo es mi hobbie favorito. Escondo verduras, especias y por supuesto todo aquello que se supone ingrediente principal del ambientador del baño o del antipolillas. Esas galletas, con forma de lagartija, son sencillamente una joyita, igual que tú. Ailoviu.

    Responder
  2. María

    Utilizar la lavanda en la cocina es todo un invento, todo el mundo piensa que la comida va a saber a ambientador y nada más lejos de la realidad, una auténtica delicia para platos dulces y salados.
    Magnifico asalto Anita
    Un beso

    Responder
  3. A mi me pasó algo parecido cuando preparé un bizcocho de lavanda, la cara del personal en casa mientras lo preparaba era todo un poema. Al final les gustó a todos pero siguen diciendo lo del suavizante de la ropa cada vez que la menciono… Voy a tener que depurar la técnica del pasado por cocina, porque me han gustado mucho tus galletas. Y con forma de salamandra, que bonitas!!
    Besos

    Responder
  4. Me encantan las salamandras!!! Que bonitas te han quedado, y seguro que súper ricas!! Por cierto, debería aprender mejor la técnica de «pasar por la cocina», a mí me las pillan todas. Seguro que al vikingo le han encantado. Besos!!!

    Responder
  5. Me apunto la expresión de «pasar por cocina», me encanta la historia!
    Yo también lo hago, claro, mi elfo es un poco tiquismiquis para ciertas cosas (yo también, pero como soy ya la que cocina, las cosas que no me gustan no entran :P). Aunque yo creo que él pensaba que no le gustaban las verduras, pero en realidad sí le gustan, y no lo sabía. Porque todo lo que le hago le encanta, luego le confieso que lleva tope de calabacín, por ejemplo, y dice «pues está bueno!».
    Con mi padre también hay que camuflarle cosas que no puede ni ver si las estamos preparando, pero luego ni se entera al masticar.
    En fin! Que las galletas de lavanda me gustan mucho y me encanta el cortador :D. A mí el aroma de flor que me sabe a colonia pura es el de rosas. No lo soporto, en ninguna de sus formas.

    Un abrazo

    Responder
  6. Jajajaja Ana !! que risa, tengo una bolsa de lavanda que utilicé para hacer jabones y me sobro muchísimo, asi que creo que haré estas galletas que te quedaron preciosas ( soy de las que piensa que lavanda sabe a ambientador jijiji) pero creo que la haré y estuve a nada de hacerlas, porque si que las vi, pero menos mal que no las hice si no .. ya sabes la piquilla que tenemos #nimu y #yo a ver quien gana el asaltablogs y creo que mi receta no la hizo nadie, la verdad es que no mire todas.
    Pues claro esto era lo que corría por la paredes jajajajaja, son unas salamandras preciosas. Y seguro que riquísimas.
    Tienes suerte yo no puedo esconder nada en la cocina, me lo pillan todo jajja.
    Besinos
    El toque de Belén

    Responder
  7. Me mondo con tu técnica para ocultar ingredientes potencialmente peligrosos. O rechazables. Yo hago algo similar y, además, procuro callarme hasta que el plato está terminado o, al menos, bien mediado, que los cachorritos son muy listos :)
    Estas galletas también estaban en mi parrilla de salida y hasta tuve la lavanda en mis manos hace unos meses, recolectada del huertito. Al final ha terminado aromatizando los cajones…

    Un beso.

    Responder
  8. jajajaja me tienes que dar un tutorial de camuflaje cocineril. Yo hago las cosas ilegales cuando los demás duermen, pero la verdad es que tengo serios problemas muchas veces.
    Me encanta la forma de lagartija de las galletas, son super divertidas.
    Bss

    Responder
  9. Isa Reina

    Me estoy partiendo de la risa porque cuando añado ingredientes «extraños» y me preguntan, siempre contesto que lleva lo de siempre, mi marido es muy tiquismiquis y no quiere sabores raros, seguro que les pongo las galletas de lavanda y se relamen, pero mejor decirles primero que son de vainilla jajaja, besos

    Responder
  10. El qué lleva? Es la pregunta del millón en casa. Cuando ven que encima pasa por la mesa de las fotos ya se escaman porque saben que ese plato tan conocido lleva algo nuevo. Y yo no suelto nunca ni prenda. Luego leen el blog y me lo echan en cara. estaba rico??? Pues eso es lo que hay. Jajajaja. Unas galletas tremendas y la forma me encanta

    Responder
  11. Que buena historia la de la central Térmica y «pasar por cocina». ¿Sabes?, mi padre era auditor interno de almacenes en Unión Fenosa y debía visitar centrales térmicas y a veces me llevó con él (y a hidroelécricas, almacenes variopintos, etc… a las nucleares no, a esas no podía llevarme) y recuerdo perfectamente ese ambiente entre gente que trabaja aislada del mundo en poblados y que durante semanas no iban a ningún otro sitio.
    Y en cuanto a las galletas… pues no he cocinado nunca con lavanda, así que otra cosa a apuntar.

    Responder
  12. Anónimo

    Un ingrediente no muy utilizado en cocina pero que aporta un toque suave y aromático la mar de interesante. Yo suelo recoger flores de lavanda del huerto, las seco y luego las utilizo para multitud de cosas, entre otras la cocina, para incorporar a salsas de cerezas y fresas que me encanta el toque que le aporta. Lo de hacer tu propio champú y demás cosméticos me parece una gran idea, yo hasta ahora sólo hago jabón para la lavadora y cocina. Un enorme abrazo y gracias por tu fantástico post.

    Responder
  13. No sabia yo tu faceta Manolita Gafotas, espero que no fueras tan trasto como el y limitaras tus dos semanas a ver oir y callar jejejej En cuanto a las galletas me encantan y son unas que tengo en pendiente, hay una amiga que le encanta todo lo que tenga que ver con ese sabor que no aroma y el sabado estuvo en casa y lo que hice fueron unos cupcakes que un día de estos que tenga tiempo los publicaré. Ahora ya se que le voy a hacer la próxima vez que venga de merendola, estas galletitas seguro, besos guapa y a seguir camuflando ingredientes y ver la cara cuando prueban y no saben que es o no quieren reconocer que se la has vuelto a colar jejejej

    Responder
  14. Una vez intenté hacer unas galletas de lavanda y me supieron rarísimo, claro que ahora engullo ingredientes que antes ni conocía. Y es que estamos encasillados en unos sabores determinados y cuesta abrirse a cosas nuevas. Ahora estoy segura que me zamparía estas galletucas sin pensármelo mucho. Y lo de pasar por cocina.. buenísimo. Aquí también he tenido que perfeccionar técnicas furtivas para poder comer de «casi» todo lo que me gusta sin tener que cocinar dos menús distintos, cosa que pasa más a menudo de lo que me gustaría.
    Un abrazo.

    Responder
  15. Qué bonitas galletas, qué bonita forma de salamandra… me han encantado.

    Siempre que entro a visitarte te leo con interés pues sé que siempre cuentas una historia interesante, como aquella de la peluquera y su piso o la del gatito. Esta vez no has defraudado a nadie con esa historia de tus viajes de acompañante con tu padre, imagino que han debido ser unas experiencias bonitas y llenas de recuerdos que no tienen precio, como esa de «pasarlo por la cocina».

    Yo con mi padre hice algunos viajes y también los recuerdo con alegría sobre todo ahora que ya soy mayor y que él ya no está. Él viajaba mucho por Europa pues compraba materiales nuevos para el laboratorio de lentes de contacto y algunas veces como te digo, me llevaba si había sacado buenas notas y demás «accesorios» o argumentos que siempre decían los padres y supongo que continuarán tirando de ellos, eran la mar de socorridos…ja ja ja

    ¡Cómo me enrollo…!

    Muy buena receta con ese aroma a lavanda.

    Un placer visitarte.
    Besos

    Responder

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.