Vivo en un primer piso. Bajo la ventana de mi dormitorio, a unos diez metros todo lo más, tengo una parada de autobús que conecta mi barrio con el centro. Y esta parada tiene línea nocturna, lo que en Madrid conocemos como búhos, que recorren la ciudad cuando no hay servicio de metro. No es una parada con un gran tránsito nocturno, ya que yo vivo en el extrarradio y no es lo habitual que la gente venga hasta mi barrio para salir. Claro que todos tenemos amigos que celebran fiestas de cumpleaños, despedidas de solteros y cenas de Navidad y siempre hay alguien que sale de madrugada de los últimos after de la zona para volver a su barrio.
Las noches de verano, cuando dormimos con las ventanas abiertas, a veces se aderezan con noctámbulos a cuatro patas, borrachos como piojos y cantando como una ola, gateando hasta la parada en condiciones de diversa dignidad. Otras con parejas discutiendo a grito pelado calle arriba que me dejeeeeees que te vayas con la maripuriiiiiiiiiiiiiiiiii. Y el otro día, que ya era invierno pero el drama era tan intenso que lo escuché desde la cama, con un drama adolescente de esos de tres tomos y muchas amigas.
Y yo, que estoy aquí para informaros, pegué la orejita. Que no lo hice por cotillear, conste, fue por vosotros.
El drama en cuestión comenzó con una niña de unos 13 años llorando a moco tendido a eso de la una de la madrugada. Que ya son horas, pensé, pero por el número de amigas que aparecieron supongo que fue alguna fiesta de instituto o algo de eso. Comenzó ella sola en la parada, sollozando despacito, y llamando a una amiga. Amiga que se presentó al cabo de un rato [¡a esas horas!]. Una vez llegó la amiga, la conversación iba y venía con el viento [que trae y lleva el sonido] y básicamente era:
– Tía tía tía ¡que hago ahora!
– No sé, no sé, déjame que piense, tía
– Ya tía pero ¿Y como me presento así en casa?
– Tía tus padres están despiertos
– Sí tía, me esperan siempre
– Joder tía y que hacemos?
– No sé, llama a la Luci a ver si ella puede venir y traerme algo
– Pero ¿no llevas nada? ¿nada, tía?
– No joder, no llevo
– Pues es que te van a ver, flipa la cara que ponen tus viejos
– Joder no me pongas nerviosa, llama a Luci, tía piensa algo, piensa
– Vale que llamo a Luci que igual está despierta y sus padres la dejan salir
Dicho lo cual, las adolescentes contactaron con Luci y tras varios lloros, grititos y superdrama –tíaaaaaaa tienes que venir que estamos aquí en la parada con la Moni y es que sus padres la pillan de fijo, es que menudo lío Luci, vente porfa – la amiga finalmente se presentó. Yo estaba ya entre divertida y preocupada y apunto estuve de ponerme un chandal y dejarme caer, por si las chiquillas tenían un problema de los de verdad. Pero como estaba en la cama, me dio pereza y de todos modos si la cosa se iba de madre siempre podía bajar en el momento. Así que me quedé con la antena extendida y ya. A esta edad ya una sabe que un drama adolescente es algo que conviene tomar con cautela.
Llegó la tercera amiga, la tal Luci, acompañada de otra chica, que había hecho un cursillo por Youtube de maquillaje profesional -sí, tal cual suena- para ayudar a la pobre Moni que ya no lloraba desconsolada, pero hipaba entre lamentos de cuando en cuando. El equipo de rescate incluía pote [que es maquillaje baratorro de ese que es denso como la bechamel de croquetas], polvos compactos y un corrector. Sí. El problema de Moni no era nada más y nada menos que un chupetón gigante, del tamaño de un huevo de gallina, en mitad del cuello de la criatura. Y los padres de Moni la esperaban despiertos. Y ella llevaba un escote en que se le podían columpiar las hormonas y aunque le prestaran una bufanda [cosa que hicieron] se la tendría que quitar antes o después. Y sus padres la iban a pillar, y lo mismo sospechaban que no había estado en esa fiesta de pijamas a la que habían ido todas. Que los padres son muy suspicaces cuando quieren.
Tengo que confesar que todo esto me pareció tan divertido, que ya no sabía si lanzarles un poco de corrector por la ventana, explicarles que los chupetones se quitan con hielo o simplemente, dejarlo estar. Opté por lo último, porque en verdad el equipo de rescate, al que se unió una quinta amiga a última hora [¿en serio los padres las dejan salir de casa a esa hora?] ya estaba organizando con muchos grititos, risas y nervios el maquillaje de cobertura total que debía disimular los daños colaterales de la fiesta de pijamas y una de ellas ya buscaba desde su teléfono consejos para quitar los chupetones. Así que me pareció que mejor aprendían solas, que las vi bastante autosuficientes.
Y todo esto os cuento, porque ya sabéis que me gusta teneros informados de las novedades del vecindario cada vez que publico algo. Esta vez traigo una receta de reciclaje que utiliza restos de polenta cocida, que sobró de un pollo con polenta y pesto, que traigo al #reciclandosabores de mi amiga Rossgastronomica.
PAN DE POLENTA Y HARINA DE MAÍZ
INGREDIENTES
Masa
- Polenta preparada*, 150 g
- Agua, 260 g
- Harina de maíz, 150 g
- Harina de fuerza, 350 g
- Leche de avena, 100 g [en la original, buttermilk]
- Levadura seca de panadero, 10 g
- Sal, 10 g
*Polenta
- Sémola de maíz, 50 g
- Agua, 100 g
MODUS OPERANDI
Para preparar la polenta, si no tenemos sobrantes, simplemente ponemos a hervir agua en un cazo y cuando coja temperatura añadimos la sémola de maíz y cocemos sin dejar de remover hasta que espese y se despegue del cazo. Tarda unos minutos, y no te aconsejo que la dejes sola, mueve sin parar la mezcla para que se cocine bien.
Una vez tengamos la polenta hecha y templada, la ponemos en el vaso de la amasadora [o en un cuenco si amasamos a mano] y añadimos el agua, el buttermilk o la leche de avena, y la levadura. Mezclamos un minuto hasta integrar todo.
Añadimos la sal y la harina, amasamos ligeramente y descansamos la masa 5 minutos sin hacer nada. Pasado este tiempo, retomamos la masa y con las manos aceitadas, le damos un amasado de 10 segundos. Dejamos reposar 15 minutos. Repetimos esta operación [amasar 10 segundos – reposar 15 minutos] entre 4 y 5 veces, hasta que veamos la masa bien. Al final del último amasado, la masa estará fría y tendrá burbujitas minúsculas en la superficie. La dejamos levar cubierta con un paño unos 30 minutos.
Una vez haya levado, plegamos la masa, la formamos y la pasamos a un molde. Yo he usado un aro de repostería, que era lo más redondo que tenía a mano por casa, aunque hubiera estado mejor tener un banetón, la verdad.
Cubrimos la masa con un paño y la dejamos levar una hora, hasta que doble su volumen.
Greñamos la superficie, y cocemos el pan en el horno precalentado a tope, 45-60 minutos a 220 ºC. El tiempo va a depender de la altura que tenga la masa. Para saber si el pan está cocido lo golpeamos en la base y deberá sonar a hueco. También puedes tomar la temperatura interna, el pan está cocido cuando es más de 95 ºC.
Ay, pobres criaturas. Feliz año nuevo, bonita. Mi vecindario es mucho más aburrido…
Ojiplática me he quedado con la historia… En serio les dejan salir a esas horas a unas niñas de 13 años?? Y más con todas las cosas que pasan?? …. Ya me estoy haciendo mayor!!
Te iba a recomendar que pongas doble acristalamiento en las ventanas, pero chica…. te perderías estos saraos tan divertidos!!! jaajaajaja
El pan me ha parecido muy interesante y lo voy a probar, que tengo polenta para gastar desde vete a saber cuando.
Besos y feliz año nuevo!
p.d.: no quiero imaginar hasta qué horas las habrán dejado salir esta noche!!!
¿Te imaginas que las protagonistas leyeran tu blog? jajaja…
Como siempre tus panes son geniales!
Me comería una tostita ahora mismo!
Besos y feliz año!
Nieves
I hope the New Year finds you in good health and excellent spirit!
Ryoma.
Que todos los dramas que nos cuentes sean de ese tipo, pero que sean a ser posible en un horario que la gente este activa en su casa, por el bien del descanso nocturno ;-))))
Tu pan ideal como siempre!!!!!
Un saludito
jajajajaj, analicemos la situación.
La que más y la que menos hemos llegado a casa con un chupetón en el cuello, claro a los 13 años ni de broma.
Te advierto que me parece más preocupante que los padres de Luci la dejaran salir a esas horas en auxilio de su amiga, ahí lo dejo….
Me ha encantado tu pan, eres la reina panarra de la blogosfera y si ya reciclas algo tan inusual para un pan como polenta, ya me quito el sombrero.
Mil gracias guapa por las crónicas de un barrio de Carabanchel y por tus reciclajes tan estupendos.
Besos y Feliz año
Un pan de lo mas original. Un besazo.
Te leo y me río, aunque en mis adentros me digo que mejor no lo haga muy fuerte, que tengo una niña y otra que se dejará caer en unas semanas… Lo de estar en la calle a esas horas me ha dejado un poco descolocada. A ver, si yo hasta los 18 volvía a las 12 cual Cenicienta… echo cuentas y la vida nocturna ha avanzado muy rápido. No sé si estoy preparada, la verdad, pero me he lanzado al vacío de cabeza y no hay marcha atrás.
El pan espectacular, desde la miga al color me gusta todo
¡Besos mil!
Wow! Sí que queda bien! Muchas veces me pregunto que hacer con la polenta que me sobra y acabo comiéndomela con canónigos por encima o cosas así, pero estoy me ha encantado. ¡Queda genial!
Por cierto que vaya noches más entretenidas pasáis, no os quejaréis. Dialogos de series adolescentes de Netflix, gratis, en tu ventana, jajajja.
Un beso, preciosa
Ay, ¡los chupetones! lo peor de la adolescencia, jajaja. ¿Quién no se ha puesto un cuello alto en pleno verano? jajajaja ¿En qué momento hemos pasado de llevar chupetones a amasar pan? la vida se me escapa, jajaja.
Adoro tu pan de polenta, por cierto :)
Me parece una idea genial, tengo polenta guardada, la pobre lleva un tiempo y no se que hacer con ella, esta receta es un punto.
bess