La primera vez yo tenía once años. Cada día volvía de clase a mi casa recorriendo el lateral de un parque. En el parque había unos perros, los recuerdo perfectamente, dos labradores preciosos, con los que siempre me paraba a jugar. El dueño de los animales, un señor muy serio y algo canoso que vestía traje, solía acercarse a hablar conmigo; me preguntaba por el colegio, por mis regalos de cumpleaños, cosas de niña de once años. Un día, se acercó mucho, demasiado, y me besó casi en la boca.
Fue algún tiempo después cuando ocurrió lo de aquellos niños, debía de tener doce o trece. Nos rodearon a una amiga y a mí, nos manosearon, y se fueron. Corriendo. Y riéndose. Se lo conté a un compañero de clase, y me llamó exagerada, a lo que añadió tía no te flipes, que no estás tan buena.
Y tenía quince o dieciséis cuando un chico me abordó por la noche volviendo a casa [no volvía sola, volvía conmigo misma y con el mismo derecho que tenemos todos a caminar por la calle]. Me metió en un portal y empezó a manosearme de forma violenta. Me escapé. No recuerdo haber corrido más ni un sólo día de toda mi vida.
Después fue lo del primer trabajo. Yo acababa de llegar a Madrid y tenía un trabajo de comercial del que dependía para malvivir, y sólo iba a la oficina para entregar los contratos de los clientes. Los días 25 de cada mes, día de cobro de salario y comisiones, el director comercial siempre olvidaba los cheques en su casa, que casualmente le pillaba de paso hacia la mía, y cada mes cobraba tarde porque me negaba a acompañarle, recoger mi cheque en su casa y tomarme una copa con él. Este jefe se llegó a precupar tanto por mí que me llamaba a las ocho de la mañana cada día para preguntar como había dormido. Estuve a punto de cambiar el número por aquello.
Hubo un tipo que me persiguió durante un número incontable de estaciones de metro, mirándome de forma obscena. Me cambié cinco veces de línea, algunas en contrasentido. Me daba miedo salir a la calle porque en el metro al menos, hay gente alrededor. Pude escabullirme en la estación de Moncloa, a casi una hora de mi destino, y gracias a una avalancha de gente que cambiaba de línea y me ofreció refugio para salir corriendo sin ser vista.
Además de esto, están los ocasionales. Tíos que se cruzan contigo en la calle y te tocan una teta. Por ejemplo. Eso me pasó en Atocha, un día entre semana sobre las ocho de la tarde. Se acercó, me tocó una teta y se fue. Y tocamientos de culo ha habido varios. En el metro, en la calle, en bares y discotecas, no los he apuntado en la escalada de vergüenza machuna y no puedo deciros cuantas veces.
En el metro un día tuve el bulto del pene erecto de un pasajero incrustado en mi trasero durante varias estaciones, rozándose contra mí. Cuando el vagón va muy lleno a veces no puedes moverte. Finalmente, impotente y rabiosa, le grité. Nadie, absolutamente nadie, hizo nada. También hubo un portero que se interpuso en mi camino hacia la puerta de un local de copas y me aseguró que el precio de la entrada era darle un beso. Cuando le mandé a paseo, me gritó zorra. Y me dijo que tampoco valía tanto la pena.
Mi amiga I. me contó que un taxista la invitó a follar al dejarla en casa una noche que volvía tras haber salido. Mi amiga S. hizo una entrevista de trabajo tras la cual el entrevistador le ofreció seguir hablando tomando una copa para conocerse mejor. Mi compañera M. tuvo un jefe que salía con el pene erecto bajo el pantalón a hablar con ella. [Yo tuve un jefe que salía a hablar con cualquier compañera… sabes, en algún momento he creído excesivo todo lo que cuento. Y no lo es, no voy a avergonzarme y no voy a pensar que puede parecer que exagero. Lo exagerado es el abuso, no el relato].
Y suma. Y sigue.
No somos famosas, no somos cantantes y tampoco actrices, tal vez ni siquiera estemos buenas [según el canon]. Somos compañeras, amigas, hermanas. No he conocido a una sola mujer que no haya sufrido varias situaciones como estas. Y no lo contamos, o lo hacemos entre amigas, cuando nos juntamos para tomar café. Y no puede ser.
Tenemos que contarlo. Para no conceder la impunidad del silencio. Debemos contar que tenemos que salir con más dinero que un hombre porque nos da miedo volver a casa solas por la noche, y que nuestros salarios son más bajos y además se nos van en pagar taxis. Debemos contar que nos han piropeado con insistencia y hemos tenido que cambiar de dirección o meternos en un supermercado para escabullirnos. Debemos contar todo esto, y convertir nuestra culpa en su vergüenza.
No he escrito todo esto para contaros mi vida en particular, los detalles son lo de menos. Cualquier mujer ha pasado por esto, no es nuevo ni diferente. Lo he contado para no callar. Para no bajar la cabeza ni la mirada. Para no sentir culpa, porque no la tengo. Para decir que puedo salir a la calle y nadie puede asaltarme y tocarme una teta. Para que tú si me lees sepas que esto no va a seguir así. Porque quien calla otorga y yo, no otorgo. No otorgo derechos sobre mi cuerpo ni sobre mi voluntad, no otorgo la invasión de mi espacio, ni las miradas lascivas, no otorgo un piropo que me lanza un desconocido que siente el derecho de opinar sobre mi cuerpo porque no le pertenece y no otorgo que nadie me juzgue sin que se lo pregunte. Y no otorgo que me juzguen cuando lo cuento, que me pregunten qué he hecho, que me digan que no estoy tan buena y lo mismo debería darle las gracias al gilipollas que me tocó el culo, que me expliquen patriarcal y amorosamente que un piropo es un halago y que violen a una compañera, a una hermana, y se ponga en duda su testimonio, porque todo esto, va rodando solo y si no lo paramos, no se detiene.
No podemos callar y otorgar, porque no debemos permitir que todo esto siga ocurriendo y para pararlo, lo primero, lo elemental, compañeras, es alzar la voz. Y decir yo también.
ANZAC BISCUITS
CAL 541,4 · HC 61,6 · PR 7,0 · GR 29,6 [100 G]
INGREDIENTES
[30 BISCUITS DE 7 CM]
Agua hirviendo, 2 cucharadas
*Esta receta es apta para intolerantes a la lactosa. La mantequilla tiene cantidades residuales de lactosa y casi todos los intolerantes podemos tomarla, pero si no es tu caso, existen mantequillas especiales en el mercado
MODUS OPERANDI
Antes de comenzar, encendemos el horno a 250 ºC y dejamos que coja temperatura.
En un bol grande ponemos los ingredientes secos [copos de avena, harina, azúcar, coco] y los mezclamos un poco. Reservamos.
Antes de seguir, dejaremos preparadas estas cosas:
- Un vaso con dos o tres dedos de agua
- Un cuenco pequeño o una taza con media cucharadita de bicarbonato en el fondo
- Una cuchara limpia
- El microondas listo para calentar agua [o un cazo para poner al fuego, en ese caso el agua la ponemos en el cazo y omitimos el vaso]
En un cazo pequeño ponemos todo el sirope o la miel, y la mantequilla. El contenido no debe ocupar más de la cuarta parte del volumen del recipiente. Lo llevamos a fuego moderado, y dejamos que la mantequilla se vaya derritiendo, sin prisa, hasta que esté completamente fundida, y lo retiramos del fuego. Mientras se funde, calentamos el agua hasta que hierva, en el microondas o en un cazo al fuego. Una vez que la mantequilla esté fundida en el cazo, y el agua hirviendo, ponemos dos cucharadas de agua hirviendo en la taza del bicarbonato, lo removemos bien y lo volcamos sobre el cazo.
La mezcla de mantequilla y sirope reaccionará y subirá en forma de espuma, no te preocupes, es lo que debe ocurrir. Una vez haya reaccionado, incorporamos el contenido del cazo al bol donde están los ingredientes secos. Mezclamos bien con una espátula.
Con las manos húmedas [conviene tener un bol con agua cerca] cogemos pequeños pellizcos de masa, formamos bolitas y las aplastamos. Dejamos las masas en un papel de horno o en una bandeja para cookies. Crecen, de modo que si las dejamos en papel de horno se expandirán, y tendremos que dejar bastante espacio entre ellas y si usamos una bandeja para cookies, crecerán un poco a lo alto y se esponjarán, parecerán más pastitas que galletas. Yo prefiero lo segundo porque me parece que duran un poco más si son más gorditas.
Justo acabo de leer una columna de «opinión» asquerosa sobre el caso de La Manada que casi me hace vomitar el desayuno, y tu post me ha devuelto la estabilidad mental.
Yo por suerte no he sufrido tantas malas experiencias pero sí, yo también las he tenido, y desde bien pequeña en el colegio. Lo que más odio es cuando nos llaman exageradas o parece que si un baboso nos acosa por la calle soltando piropos de mierda deberíamos sentirnos halagadas. Y ya está bien.
Lo primero desde luego es no callarnos más y no dejar pasar ni una, y hay que enseñárselo a las niñas desde bien pequeñas.
Gracias por tu post, nos hacen falta más mensajes así de claros :)
Y galletas como estas. Que además me recuerdan a una versión de galletas de avena con coco que hice hace miles de años… las tengo que probar. Sabes que me encantan este tipo de galleticas.
Un abrazo
Pues sí. Estas cosas en mayor o menor grado nos han pasado a muchas mujeres (y niñas), no hay que dejar de decir: “yo también” aunque solo sea por reivindicar nuestro lugar en el mundo, véase la calle, el parque, el trabajo, el puto Metro, aquí me pegaron una paliza entre 5 chicos a los que no conocía de nada, a las 8 de la mañana yendo a clase con una carpeta de las grandes de proyectos, con 15 años. A raíz de esto, mi padre me regaló una Vespino y le dijo a mi madre: siempre irá más segura que en el Metro con lo que le ha pasado, mi madre ya entonces se convenció. Sigo, nadie se movió para ayudarme. No había teléfonos móviles y la misma poca vergüenza que ahora. La Guardia Civil organizó una búsqueda en la línea a los días y los encontró. Lo recuerdo con horror. Las madres en el juicio pidiendo a mi padre que quitara la denuncia. Increíble. Esos de momento se llevaron un señor susto, quizá menos que el mío y menos isorpresivo y violento que el de aquel día.
En fin, estaba medio dormida y me he despertado al leerte.
Tus galletas, preciosas y sanas, me costó mucho elegir una receta pues todo me gustaba.
Feliz año nuevo.
Besos grandes.
Querida Ana, lo digo alto y claro » YO TAMBIÉN «, sin más comentarios, bueno sí uno………….me encanta como escribes.
Me alegra ver un dulce en Migas en la mesa, no muy habitual y como siempre un dulce que no empalaga.
Bss
Siempre te digo que me encanta cómo escribes y lo que transmites con tus textos, y hoy más que nunca me he estremecido al leerte. Yo también, y desgraciadamente la gran mayoría de las mujeres ha pasado por algo así, qué tremendo. Simplemente decirte que suscribís tus palabras al 100% y que con tu permiso, comparto.
Las galletas maravillosas, como todo lo que sale de tu cocina. Un beso
Es que no nos libamos muchas, de tanto abuso machista, es tremendo :) a ver si algún año empiezan a cambiar las cosas.. Las galletas muy ricas y sobre todo sanas, besos!
Menos mal que al final nos llevamos un bocado dulce de estas galletas, porque lo otro es la amarga realidad. Jefes, pseudoamigos, compañeros y desconocidos, creo que por desgracia es una experiencia de todas. Quién no ha tenido que viajar con un alfiler en el Metro?.
Base
Elena
La introducción es amarga, desgraciadamente tienes toda la razón, por ello hay que seguir luchando y ayudar a quienes lo sufren a no callar.
En fin, menos mal que nos has dejado estas maravillosas galletas, confieso que me he llevado un par ;-)
B7ssss y Feliz Año
Una pena que las cosas sean asi, yo tambien pasé miedo algunas veces. Yo espero qUe a mis nietas no les pase eso y que las cosas cambien y que las mujeres puedan ir por la vida sin miedo a que les pase algo.
Me gusta mucho leerte.
Las galletas me encantan y ademas muy sanas.besinos
Hola! Si se logra erradicar de la mente de los hombres el espíritu abusón con el movimiento Me Too el mundo habrá dado un gran paso!
Tenemos que repartir más anzac biscuit para que el ambiente se endulce!
Abrazos!
Hola Ana. Te había metido una chapa increíble con mis historias personales. y de repente se me ha apagado el ordenador.
Lo primero darte las gracias por tu relato con el que me siento identificada en algunas vivencias. Con unos 12 años me vi manoseada por 5 individuos que aunque iban tapados con pañuelos, conocía. Eran más o menos de mi edad. Me amenazaron en dar una paliza a mi primo 4 años menor que yo, que estaba conmigo, si no me dejaba. Un borracho nos asustó en un portal a un par de amigas y a mi mientras vendíamos rifas de baloncesto y gracias a nuestros gritos una vecina nos socorrió. Con casi 20, un impresentable difundió un bulo sobre mi en el pueblo, que me hizo mucho daño, porque no quería salir con él.
A mis 52 años tengo miedo de ir por una calle sola de noche y de día,si de frente se acerca alguien que me da desconfianza. A mi hijo de 22 años, le he intentado enseñar el respeto por las personas, mujer u hombre. Nunca le he preguntado si tiene miedo de andar solo por la calle de noche, pero creo que conozco la respuesta. No sería la misma si fuera mujer y es muy triste.
«Yo también»…. No debemos perder la esperanza de que esto cambie algún día.
Gracias por tu relato y por tu receta. Me la apunto… sólo me falta la avena en copos. Un beso
Más de uno debería leer lo que has escrito. Tus galletas, una delicia. Por un año sin energúmenos. Un beso enorme, Ana.
«Yo también»….desgraciadamente viví mucho tiempo con miedo, demasiado, el texto de esta entrada me ha recordado la angustia, y no, so soy violenta pero repartiría «galletas» a muchos machitos si puediera, y no de las que nos traes en la receta. Besos
Pues después de todo lo leído, los comentarios de nuestras compañeras y tu texto, absolutamente elocuente que suscribo, sólo me queda sumarme a la conclusión, decir Yo También, como no, y pedir que las cosas no se callen para que cambien. Tus galletas ayudan a endulzar la vida.
Besos y feliz año.
¡Vaya Ana, qué fuerte! Pero no lo suficiente como para que eso desgraciados dejen de atentar contra la libertad de las mujeres. Yo no he vivido en primera persona nunca, jamás, un caso similar, sí alguien de mi entorno, y me pone de los nervios cuando esos depravados se hacen la victima, cuando en realidad deberían estar en el fondo del más oscuro pozo. Yo también grito a viva voz en solidaridad a mis congéneres.
«Galletas» son pocas para lo que se merece más de uno, jajaja.
Muy valiente por hablar en primera persona y explicar tus “vivencias”, ser mujer es jugar con desventaja en la sociedad en que vivimos! Por suerte podemos hablar algo y claro!
Me quedo con las galletas y tomando un café, arregla si el Mundo!
Un besazo
Realmente no vivimos en un país libre y este tipo de «hombre» se cree la mujer es de su propiedad el maldito patriarcado.
Tus galletas bien lindas, como tú :-)))))
Un saludito
Mi querida mia, me gusta siempre leerte por esas grandes dosis de humor, ironía y felicidad que destilas a partes iguales. Hoy me has dejado muda, impresionada a medida que leía. Por supuesto que no hay que callar, que hay que contar, que, – me ha encantado eso – no sentir culpa sino su vergüenza, que estas cosas pasan cada día. Y aún somos afortunadas, que aún podemos alzar la voz porque vivimos en Occidente. En muchos lugares, no sólo no se puede alzar la voz, sino que se encuentran «normales» ciertas actitudes y abusos. Los pelos de punta… me has dejado. Bastantes experiencias para una vida.
Sobre la receta, me gusta. Donna es versatil y permite muchos caminos que seguir. Valiente como eres tú siempre, te has atrevido con estas bombillas calóricas. Besos y muchas gracias!
Hay que atreverse a decir las cosas, si señora, la que más y la que menos ha pasado por situaciones que a nadie gustan.
Ahora que se han pasado las fiestas, puedo ver las recetas del reto, porque hasta ahora ha sido imposible. Me gusta mucho tu elección se ven deliciosas estas biscuits,
Un beso,
Hay que atreverse a decir las cosas, si señora, la que más y la que menos ha pasado por situaciones que a nadie gustan.
Ahora que se han pasado las fiestas, puedo ver las recetas del reto, porque hasta ahora ha sido imposible. Me gusta mucho tu elección se ven deliciosas estas biscuits,
Un beso,
que puedo decir si tu lo has contado tan claro y perfecto, ojala que todo eso tan cotidiano algún dia sean raras excepciones que las nuevas generaciones no conozcan, ese es el miedo que tengo con Clara, que ojala para ella sean ciencia ficción, gracias por estas deliciosas galletas, las cookies con avena mis preferidas, besos guapa
Hay que atreverse a decir las cosas si señor y bien claro como has echo tu , ojala algun dia esto sea una rara excepcion y no tenga que sufrirlo nadie mas , es triste pero hoy en dia es y seguira siendo asi siempre habra alguna mujer que tenga un jefe ,un compañero ,un taxista un transeunte un compañero de metro que le haga vivir una situacion asi .
Las galletas me encantan no lo siguiente, que pena no estar mas cerca para dar cuenta de una,te han quedado de relujo.
Feliz año nuevo!.
Bicos mil y feliz semana wapa.
Es un problema que no tiene fin, pero se va avanzando y eso es lo que cuenta que vamos siendo conscientes de la situación en fin.
Las galletas me encantan, estos días de navidad preparé unas así parecidas, me encanta el sabor que le da el coco al juntarlo con la avena.
Me apuntaba a un café ya mismo.
bess guapetona
😔😔😔😔
Leyendo tu entrada me se me han removido las tripas, yo también he pasado por más de un episodio como esos. No tengo hijos, y es en estos momentos cuando me alegro de que así sea, porque qué difícil ha de ser no poder protegerles siempre.
Por suerte, tras un trago amargo ofreces uno bien dulce, como son estas galletitas deliciosas.
Qué ganas de volver a participar en el ctc.
;)
Haces bien en decirlo en voz alta, yo también!!. Cuando se va a parar esto, espero que algún día no muy lejano cambies las cosas, tus galletas deliciosas!!
Un beso
Mejor hablar que callar, pero desgraciadamente hay muchas bocas aún calladas, hay que ser tan valientes como tú y como tantas otras que lo hacéis!! yo no me he visto nunca en esa situación y espero que mi hija no la viva nunca, pero de ser así siempre la animaré a contarlo. Será dificil cambiar esas mentes retorcidas pero no hay que dejar de intentarlo.
Unas deliciosas galletas para endulzar un poquito los momentos difíciles. Bs.
Gracias por tener la valentía de cotarlo. Has desatado un montón de otras historias en este post. Ahora me estaba acordando de un señor que se sentaba todas las tardes en el mismo banco a enseñarle su sexo a las chicas de mi pueblo que pasaran por ahí y como nos costó que la policía hiciera algo para acabar aquello.
Por otra parte, que ricas las galletas para compartir entre amigas y contarnos todos esos temores y apoyarnos entre todas.
Abrazo enoreme.
Estoy de acuerdo contigo al 100% la mayoria de veces se calla por verguenza y eso no se debería de ser así, hay que contarlo.
Las galletas me encantan.
Besos