Si rebuscas en el fondo de tu conciencia, hay botellas de licor. Enterradas bajo montañas de polvo. Sí. Y no me mires así. Si no están en tu conciencia, entonces echa un vistazo a las baldas altas de los armarios del salón. En el mueble de bar [esa cosa tan ochentera que sobrevive en algunos salones que se rebelaron a la dictadura de los muebles suecos]. En la terraza, en ese armario donde pones las cosas de las que quieres olvidarte.
Están ahí. Son esas botellas de licores extraños, de colores sospechosos, que viven contigo desde aquella Navidad lejana en la que recibiste tu primera cesta de Navidad.
[Nota para milennials: las cestas de Navidad son una curiosidad antropológica, una costumbre patria arraigada, por la cual tu empleador te regalaba todas aquellas cosas que tú no podías permitirte comprar con tu sueldo. Se hacía una vez al año, por Navidad, y tu empleador dormía tranquilo sabiendo que incluso con la miseria que te pagaba, tú habías podido endulzar la Nochebuena y partirte una muela con el turrón baratorro que te había encasquetado]. Luego las cestas ya derivaron a otra cosa, aclaro. En todo caso, la esencia de la cesta de Navidad es la misma: regalar a los empleados unos turrones, un par de botellas de vino mediobueno y algún licor con que amenizar las fiestas. Como todo, aquí había niveles. Y no era lo mismo ser director general [whiskazo del caro, frutitos secos en envase de cristal con lazo, y hasta jamonaco de bellota] que ser un pringao de contabilidad [turrón duro y blando, vino de 3€, moscatel y licor de mora].
Junto a todos esos licores injustamente olvidados y arrinconados en tu conciencia despensa, puede que hayas guardado la botella de resolí, esa que representa una casa colgada de Cuenca y que tú no tienes claro qué gaitas es lo que tiene dentro. Y aquella botella que te trajeron de Polonia con un vodka de cerezas insoportablemente dulce que parece jarabe de piruleta. Lo mismo tienes el licor de café casero de la primahermana de la suegra de tu cuñado, que ha ido pasando de regalo en regalo sin que nadie lo quiera ni un poquito.
Y por supuesto, ese mítico licor de moras que no sabes por qué compraste. El licor 43 de tu adolescencia que un día dejó de parecerte chic. Y la siempre útil botella de anís del mono, que no sabes tú por qué la tienes pero oye, ahí está.
Pues bien. Ha llegado la hora de todas tus botellas aparcadas. Coge un trapo y disponte a sacar el polvo de sus cristales, y el del aparador donde las tienes. Porque tus botellas acaban de encontrar un sentido a su existencia.
Es una fórmula muy fácil. Nace de unas pastas de aguardiente que hacía una señora a la que conocí, y me dio la receta. Se partía de un pocillo de aguardiente casero, añadía otro de aceite, uno y medio o dos de azúcar, y harina la que admita. Formaba pelotitas de masa, las aplastaba y al horno. El día que quise hacerlas no tenía aguardiente y pensé que lo mismo daría usar anís que lo tengo para las rosquillas y total, casi nunca las hago. Salieron espectaculares. Y entonces, vi aquella botella de patxaran casero del cuñado de alguien que me miraba desde el fondo del mueble de bar y dije… bueno… esto es básicamente anís con arañones, ¿no? Y oye, que salieron unas pastas de patxaran estupendas. Y a partir de aquí, la evolución fue imparable: una detrás de otra acabé con el licor de moras [dos botellas de calumniante y jaraboso licor], el de café, el limoncello que nunca me ha gustado, el de manzana, el de melocotón y las cuatro botellas de moscatel de las respectivas Navidades en las que recibí cesta.
Estas pastas pueden con todo. Hay que corregir el azúcar en función de lo dulzón que sea el licor de partida. Y poco más.
He vaciado en ellas botellas, estantes y conciencia. Y las traigo al #reciclandosabores de mi amiga Rossgastronomica, porque se lo han ganado. Y vienen con una botellita de tamaño viaje, de esas que te dan en los aviones, de licor de café con leche. Un regalo de una marca que promocionaba su producto. El licor, ni idea, no me gustaba. Las pastas… oye, han salido espectaculares de ricas.
PASTAS DE LICOR
CAL 515,0 · HC 63,5 · PR 6,1 · GR 19,8 [100 G]
INGREDIENTES
Harina, cuatro medidas [115 g]
*Con estas cantidades han salido 14 galletas pequeñas, es lo que ha dado de sí una botellita de licor de tamaño viaje.
MODUS OPERANDI
Es tan simple que no sé que voy a explicarte. Estoy por contarte mis vacaciones para rellenar…
Venga, vamos. Precalentamos el horno antes de empezar, a 250 ºC.
En un bol ponemos el licor, el aceite y el azúcar. Añadimos tres medidas de harina y reservamos la que queda. Removemos bien con una espátula. Si vemos que la masa es demasiado blanda, incorporamos algo más de harina, o la medida entera, hasta que tenga la consistencia de una plastilina muy blanda. Verás en las fotos que he usado un robot amasador porque tengo un problema en el hombro y me cuesta un poco hacerlo a mano, pero no es necesario.
La masa debe ser fofucha y blandurria para que las pastas sean blanditas, justo que se puedan hacer bolitas con la mano y aplastarlas un poco. Será una masa muy aceitosa, es normal que te pongas perdido mientras las haces, no te asustes.
La medida de harina es orientativa, porque no todos los licores tienen la misma consistencia. Si usas un licor muy amargo o poco dulce, te aconsejo que pongas más azúcar, hasta dos medidas, de modo que la harina también se modificará porque la masa admitirá algo menos. Es muy a ojo todo.
Una vez hecha la masa, formamos bolitas pequeñas del mismo tamaño. Las aplastamos ligeramente hasta tener discos de masa, les hacemos si nos apetece una incisión [con un tenedor marcando las púas, con una brocheta en forma de cruz como he hecho yo… como más nos apetezca] y las horneamos.
Bajamos el horno a 180 ºC y las dejamos de 8 a 12 minutos, según el tamaño. Deben quedar doradas pero aún blanquitas [no te guíes por las mías, porque el licor era de color oscuro y la masa era de por sí muy marrón]. Cuando salen del horno deben ser todavía blandas, al enfriar endurecen. Si del horno salen duras… mortis calavera. Avisado quedas.
Dejamos la bandeja del horno cinco minutos fuera del horno con las galletas encima sin tocarlas. Las pasamos a una rejilla y las dejamos enfriar. Esto se hace así porque al salir están blandas, si las tocamos antes de tiempo se rompen. Hay que darles unos minutos.
NOTA NECESARIA. Si te lo estás preguntando, el alcohol se evapora en el horno. Si estás pensando en pillarte una cogorza… mejor pon el licor en un vaso y echa un par de hielos :)
Desde que me mandaste la foto tengo ganas de ver estas pastas y de leer tu entradilla que siempre es un placer que nos hagan pasar un rato ameno con lectura divertida.
Me confieso ochentera o vintage que ahora se lleva mucho. Tengo mueble bar lleno de bebidas espirituosas que no he probado ni probaré y mira por donde cada vez que tenga que cumplir con alguna invitación a comer, voy a quedar como una reina ahora que cuento con la receta de las pastas de licor.
Gracias guapa, eres un cajón de sorpresas.
Bss
No hace falta que me vendas más la receta, la había comprado desde que me acordé de todas las botellas que han llegadoa mi casa con dudosa procedencia y ahí siguen muertas de pena. Voy sacando el polvo de las botellas y la harina del armario de la cocina ¡a seguir vaciando armarios se ha dicho! ¡Besos mil!
Así vas tu de contenta por la vida, tu secreto es que te inflas a pastas de licor jajajaja… y te da igual el sabor… no pones pegas jajaja…
En mi casa no las podría hacer porque todo lo que entra nos lo bebemos jejeje…(si, si, yo voy peor…)
A ver cuando quedamos a tomar el te…
Besos
Nieves
Hace años que en mi empresa dejaron de dar las cestas de navidad asi que por suerte ya no tengo botellas de licores ( malos por que no sevian ni para cocinar ) en casa hay es licor caserito de cafe y hierbas ademas de orujo casero y luego los que preparo yo para navidades ,asi como coñac y wisky ,licor fray angelico , Amaretto y ya .
Tomo nota no has tardado nada en convencerme con tus galletas .
Te han quedado de relujo y seguro estan de rexupete.
Bicos mil y feliz finde wapa.
Ana, qué buenas, me han encantado y no, no tengo licores extraños ya que solo tengo los habituales, anís para algún dulce y grappa italiana (parecido al orujo) basta, no tengo más… ja ja ja
Recuerdo que en casa de mis padres había licor malva, licor color naranja, otro de banana, eran los 70… y tampoco mis padres tenían esos muebles tan españoles de los muebles bar tan poco estilosos por cierto, ellos eran muy modernos y ya entonces tenían muebles suecos y no de Ikea que no existía, todos de maderas claras líneas rectas, sencillos y preciosos. Fíjate qué recuerdos de repente.
Mala costumbre esa de que ya no se reciban aquellas cestas con cosas inconcebibles, yo prefiero un embutido o un jamoncito, mire usted. Las latas esas rarrrrraaassss eran incomibles también… ja ja ja mamma mia!
Muchos besos y me han encantado por sencillas. Me las apunto.
Unas pastas que me han encantado de doble manera,la principal por su sabor y la segunda para utilizar esas botellas que estan cogiendo sitio y polvo…….
Muchos besitos¡¡
Madre del amor hermoso…si parece que estás hablando del «lado oscuro de mi despensa» ese donde hay botellas de todos los colores y marcas que ni dios se atreve a probar y que yo no me explico como han ido a parar ahí. Por esto, caigo rendida ante tus pastas y te doy las gracias porque poco a poco iré desalojando parte de la despensa, no sé bien si para meter otras nuevas o para hacer simplemente hueco. Como puedes deducir, me llevo la receta que anda que no tengo material para hacer cajitas de regalo de pastas caseras para familiares, amigos y hasta creo que enemigos (viendo algunas de ellas) Un abrazo grande y gracias por compartir.
Jajja pues es verdad que hay botellas de licor pululando a las anchas y durmiendo el sueño de los justos sin pena ni gloria.
Yo siempre ando rebuscando y las utilizo en los postres y también en lo salado porque es una buena manera de darles salida.
Las pastas no pueden tener un aspecto mejor, quien pudiera estirar el brazo y adentrarse dentro de la pantalla para adoptar una o dos, con tu permiso claro jaja..
Un abrazo.
Jajajajajaj Ana yo tengo de esas botellas de licor escondidas en algún sitio. Tengo que miran en el botellero que tengo unas cuantas, anís lo tengo siempre, porque me encanta en las rosquillas y en algunos bizcochos, pero tengo botellas que tengo que mirar de que son jajaja. Me encantan tus galletas y tu receta, seguro que te la robo.
Besinos
El toque de Belén
Tengo una botella de un licor que no se de que c..o es. Venía en saquito y lo repartieron en la boda del hijo de unos amigos, al año siguiente se casó otro hijo y otra botellita igual, je je. Ya se como usarlos.
Bss
Elena
jejeje te olvidas de la lata de melocoton en almibar o de piña. Tengo yo una botella de vinode arroz que creo que se ha evaporado ya de los años que hace, mejor no me arriesgo. Te he de reconocer que botella de anis, aguardiente, y licores o cremas varias tengo en el mueble, pero las uso, para dulces tradicionales o dar saborcito y alegría a algunos cupcakes, soy un poco friky de pasear por el pasillo de licores y cremas y ver que se puede hacer con ellas, de cualquier forma estas galletas me las apunto porque si no tengo lo compro el licor y las pruebo, me encantan, bss
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Hola! hice las galletas con el doble de ingredientes y me quedó la masa muy seca sin añadir más harina.