Me encantaría poder explicaros como eran las tormentas de mi infancia.
Cuando yo era pequeña, existía un aire que era el aire de tormenta. Era un aire algo más denso de lo habitual, porque venía con un poco de agua o con un poco de polvo, según la tormenta tuviera lluvia o fuera seca con mucho viento. El aire además traía olor de lejos, porque las tormentas viajan y tienen ese algo marino y húmedo que te llega hasta dentro aunque vivas en mitad de un desierto. Traen los olores de los lugares de los que vienen.
Yo viví en una generación intermedia que se quedó en mitad de la nada en cuestiones de climatología: mis abuelos podían decir cuando habría tormenta sólo con escuchar a los pájaros, y hoy los niños se conectan a su móvil y te dicen por donde va, qué velocidad llevan y cuando aparecerán sobre tu cabeza. Yo me quedé en mitad de todo.
Cuando yo era pequeña, en el pueblo se sabía que venía viento de tormenta, pero cuando nos dábamos cuenta ya casi la teníamos encima. El aire formaba remolinos en ciertas esquinas donde las corrientes eran favorables, y un olor a mojado bajaba hasta la acera y se mezclaba con el olor a neumáticos y tiza. Las tormentas entonces nos caían encima sin avisar. Me pillaban patinando, jugando a la comba con otros niños del barrio o lanzando peonzas en el patio. A veces me pillaban lejos de casa y tenía que correr o buscar refugio. De pequeña, lejos era entre cinco y quince minutos.
Y tenía que subir a casa, caminando por una calle larga y estrecha que tiene casas a un lado y campo al otro, o corriendo bajo la lluvia, refugiándome en los portales cuando caía fuerte y ganando varios metros a la calle cuando escampaba un poco. Los truenos los sentía justo encima de la nuca, a unos centímetros de la piel, y notaba como el pelo se erizaba en esa mezcla de deseo de tormenta y de miedo atroz a que un rayo me encontrara en su camino.
Las tormentas cuando yo era pequeña traían un aire mojado y revuelto de tierra del monte justo cuando estaban encima, y un estruendo colosal cada vez que el cielo se abría y temblaba. Los relámpagos eran enormes de verdad, que podían hacer que fuera otra vez de día por unos segundos. Y los rayos caían ante mis ojos, uno, otro, otro, y si estaba en la calle pasaba miedo y si me pillaba en casa simplemente miraba desde la ventana, fascinada y segura. Una vez cayó uno en la antena de tele de mi edificio. Estallaron varias teles. Cuando yo era pequeña las tormentas iban acompañadas de un apagón masivo de radios, teles y luces. Y si no la habías apagado, te podía caer un rayo y fulminarla.
Hoy hay tormenta. Y las tormentas hoy no tienen nada en común con aquellas tormentas en el pueblo. Estas de Madrid son diferentes. No sabemos a que huelen, porque el pegote de contaminación que sube de las aceras colapsa el aire y lo ensucia. Rara vez descargan cerca, yo creo que a las tormentas les gusta más estar en el campo, donde pueden explayarse, y por la ciudad pasan como de lado, sin sobrevolarla mucho. Y no traen los mismos rayos, me asomo a la ventana y sólo veo un pequeño rectángulo de cielo, donde la cuota de rayos es de un trozo cada muchos minutos. Y yo echo mucho de menos mis tormentas de infancia.
Eléctricas, de aire, o de aire y agua, como la última que viví en mi pueblo. La tormenta colosal que cayó sin piedad sobre todos nosotros el día del funeral de mi madre, la tremenda tromba de agua que vino a despedirse de ella. Tormentas de verdad, de las que me hacían arrebujarme en el sofá, apagar todos los aparatos de la casa, y pegar la nariz a la ventana para ver como danzaban en el aire.
Receta de Elena Arzak, para #cookingthechef
INGREDIENTES
Sal, pimienta, perejil fresco
SORTA DE GAMBAS Y MAÍZ DULCE
*VALORES MUY APROXIMADOS, YA QUE HAY UNA FRITURA EN LA ELABORACIÓN
MODUS OPERANDI
Antes de empezar a hacer nada, pelamos todas las gambas, hay 3 por persona, 12 en total, y las reservamos. [Las cabezas se pueden usar para un caldo y guardarlo congelado para futuros usos, hoy no vamos a aprovecharlas].
Lo siguiente será preparar la sopa de maíz, que se sirve fría y requiere de poca elaboración. Si el maíz es congelado, esperamos a que se descongele por completo [podemos cocerlo dos o tres minutos a fuego bajo para agilizar]. Si es envasado, lo lavamos bien. Yo he usado congelado, porque los envasados suelen llevar conservantes y aderezos que aportan sabor.
Una vez el maíz está listo, lo ponemos en un robot de cocina junto con el agua, la sal y la pimienta, y lo trituramos. Si no tenemos robot de cocina podemos usar una batidora de mano, nos costará un poco más pero quedará bien. Una vez triturado lo pasamos por un colador fino para que los pellejos de los granos de maíz queden fuera. Obtendremos una crema muy fina. La reservamos.
En un bol pequeño batimos todos los ingredientes de la vinagreta. Yo para las vinagretas uso unas varillas de hacer capuccinos. Las venden en cualquier bazar, cuestan 2 o 3 euros y van a pilas. Son geniales para batir cantidades pequeñas [las uso para todo tipo de aderezos, para ligar salsas, batir huevos solitarios…].
Tenemos la crema de maíz tamizada por un lado, y la vinagreta ligada por otro. Integramos la vinagreta en el bol de la crema de maíz, y la ligamos. ¿Te acuerdas de las varillas de capuccino? Son geniales para esto. Si no tienes, usa unas varillas manuales o nuevamente el robot de cocina o batidora de brazo. La mezcla emulsionará cuando la batas, y cogerá una textura cremosa y lisa. La probamos, y rectificamos de sal y pimienta si lo necesita. La crema ya está lista.
Las gambas
Aunque las gambas tienen dos elaboraciones, van a compartir el aliño, de modo que va a ser lo primero que hagamos. En un bol mezclamos el aceite, el ajo picado, la sal y el perejil y lo batimos bien. Reservamos.
Para los hatillos
Ponemos a calentar un cazo con aceite abundante, que usaremos para freír. Y preparamos un plato con papel de cocina para el exceso de aceite de la fritura.
Cogemos 4 gambas, una por persona, y las embadurnamos en el aliño que tenemos reservado para ellas. Cada una de las gambas la envolvemos en fideos de arroz [como si les pusiéramos un abrigo], y lo atamos todo con una tira de puerro o cebolleta, o con un cebollino fresco, que hará de cinturón y sujetará los fideos a la gamba. Recortamos las puntas de los fideos de arroz para que tengan un largo más o menos uniforme, y sobre todo, nos aseguramos de que la parte más larga del hatillo cabe en el cazo donde vamos a freírlos. Si al meterlos a freír se nos quedan atascados… tendremos un problema :/
Y los sumergimos de uno en uno en aceite caliente de 5 a 10 segundos. Cuando los fideos toquen el aceite se empezarán a inflar, en cuanto lo hayan hecho los retiramos inmediatamente a un papel absorbente.
Las gambas a la plancha
Embadurnamos las gambas que nos quedan [2 por persona] en el aliño de aceite y ajo. Las marcamos a la plancha, unos segundos por cada lado. Reservamos.
Montaje
Para montar el aperitivo, ponemos en la base de un plato cuatro o cinco cucharadas de la crema de maíz, fría y emulsionada. Sobre la crema, colocamos las dos gambas a la plancha, la cabeza de una sobre la cola de otra, de modo que formen un círculo que sirva de base para el hatillo.
Y sobre estas dos gambas, ponemos la gamba envuelta en fideos de arroz y atada con la tira de puerro.
Espolvoreamos un poco de pimienta negra recién molida y perejil picado. Servimos con cuchillo y tenedor, nos harán falta para romper el hatillo cómodamente sin ponernos perdidos.
Según receta original de Elena Arzak publicada por Agenda Gastronómica
Me gusta la receta, pero lo que mas me ha gustado es tu descripcion de las tormentas en el pueblo, me ha hecho retroceder en el tiempo a aquellos veranos interminables que pasaba en el pueblo de mis abuelos en el Bierzo. Gracias por recordarmelos.
Un hatillo precioso. La idea es muy buena como presentación. Me gusta.
Me he sentido plenamente identificada con tu descripción de las antiguas y las nuevas tormentas. Y he disfrutado con tu prosa.
Con ganas de provar esta sopa! Una presentación muy bonita
La sorta me llamó la atención en cuanto la ví, esos fideos crujientes y la gamba jugosa…. mmmm…. te ha quedado genial, las fotos hablan por si sólas. Tu prólogo de hoy me ha encantado, yo también he vivido tormentas con las mismas sensaciones que tu y aunque fui niña de ciudad me pasaba horas en la calle jugando ;-) corríamos al primer rayo y a veces no nos mojábamos ;) las ciudades entonces eran otra cosa.
Besos
Ana, un plato exquisito que junto a tu relato de las tormentas de tu niñez me han hecho pasar un rato estupendo, imagino esas calles de pueblo y tú corriendo para no mojarte, has descrito estupendamente esos olores, de repente me has hecho acordar de mi niñez y esas tormentas de primavera que tanto me gustan.
Esta receta me la guardaré para poder probarla en cuanto pueda. Siempre tengo gambas a mano y siempre fideos de arroz en la despensa. Seguro que será un éxito.
Muy buena elección.
Muchos besos, guapa y te deseo una buena y tranquila semana
Tu tormenta me ha parecido preciosa… una descripción poética, melancólica, casi cinematográfica con ese funeral final. Gracias por ese texto. Yo también soy de en medio…pero me encanta mirar los cielos pre-tormenta y pegar la nariz hechizada ante los relámpagos y truenos.
Hoy sin embargo, ninguna introducción sobre la receta, o sobre Elena, nada que me haga saber si te ha gustado o no… pero a la vista está que ante la belleza de tu plato, ese plato te llenó.
Muchas gracias y felicidades.
Me encanta ese olor que cuentas, y la ese plato debe oler de lujo tambien
La edad también influye en lo que se siente durante una tormenta. Hace años, muchos años tenía pavor a las tormentas eléctricas. Ver el relámpago y esperar el trueno contando 1001, 1002……. para mi era un suplicio.
Ahora me alucinan los relámpagos y ya no hago cuenta atrás esperando el sonido del trueno.
Ana me ha encantado la receta, sencilla, rica y me deja con ganas de probar esos fideos de arroz fritos.
Bss
Para poder revivir tormentas de las de antes solo tienes que irte a un pueblo perdido de Zamora, allí el tiempo se ha detenido y todo lo que describes sigue intacto aún con el paso del tiempo jejeje… Zamora la gran olvidada!
Me encanta esta receta, la estética, los ingredientes y todo!
Genial aporte!
Besos
Nieves
Preciosa la receta, y además de bonita tiene que estar de muerte…
Me ha hecho mucha gracia tu texto sobre las tormentas, yo siempre lo digo todavía ahora: hace aire de tormemta!
Por cierto…me encantan !! Siempre y cuando esté segura y a salvo
Me encantan las tormentas eso si en casita y a salvo me ha encantado leer todos los tipos de tormetas que recuerdas de tu infancia .
El plato uuuummmmmmmmmmm para no variar tiene que estar de rexupete no lo siguiente dan ganas de liarse a dentelladas con el monitor ,te ha quedado de relujo.
Bicos mil wapa.
Al vivir en un pueblo soy de las que preguntan a los mayores el tiempo que hará hoy y la verdad son bastante más de fiar que la aplicación del móvil. Tu plato es precioso y seguro que exquisito, me encanta. Beso.
Yo soy de las que se asustan con las tormentas, así que mejor si son suaves y con edificios que me protejan, je je. Me quedo con la sopa mejor que con las tormentas, aunque el olor a tierra mojada me fascina.
Bss
Elena
Hemos coincidido al elegir receta aunque con distintas salsas pero seguro que también estaría deliciosa.
Yo sigo disfrutando ahora de las tormentas como cuando era niña, el vivir al pie de la huerta es lo que tiene, es una delicia el que siga arropándome el olor a tierra mojada y el ver como el cielo se ilumina totalmente con los relámpagos, aunque a veces te de un poco de miedo, jejjeje
Que buena idea, me apetece mucho probar esta receta, la crema de maíz es de las cosas que no he probado nunca y con esta presentación me parece un punto divertido y rico.
bess