CAL 141,5 · HC 1,3 · PR 13,4 · GR 9,8 [100 G]
Ay el txangurro.
Cuando pienso en txangurro pienso en esas celebraciones, y en especial en las navidades, en casa de mis padres, cuando aún estaban casados [hará 20 años de eso] y mi padre trabajaba en una lonja de pescados y comíamos mucho marisco a punto de pasarse porque se lo regalaban.
El marisco era el invitado estrella de toda celebración rancia y con carácter viejunista que se preciara. No faltaban los langostinos, las ostras y las nécoras en aquellas mesas arrejuntadas entre sí y cubiertas con un mantel de flores que se cubría a su vez con un hule para no mancharlos.
Aparecían en la mesa con cualquier motivo [navidades, cumpleaños y comidas de Semana Santa] en aquellos platos de arcopal con las margaritas pintadas a un lado [si mirabas de cerca se podía ver que eran pegatinas con los bordecitos brillantes] y siempre acompañados de generosos cuencos de mayonesas y salsas rosas para mojar.
Y con todos esos langostinos moribundos, las gambas a la gabardina y los mejillones tigre, estaba el txangurro. Lo cocinaba mi padre que como muchos hombres de su generación se reservaban los altos platos para comidas con invitados y te ponían la cocina como un cristo porque total, no iban a recoger ellos que habían hecho la comida.
Mi padre hacía el txangurro un poco a su manera, que los hombres de su generación no leían libros de cocina, nacían aprendidos. Y que nadie lo ponga en duda. No me los imagino intercambiando recetas de mejillones tigre en la barra del bar con el puro y la copa de brandy.
Y eso que es jovenzuelo, que dentro de todo aún no ha cumplido los 60. Pero cuando yo era pequeña, a mí me parecía que era un señor mayor, y claro, así os lo cuento.
Como os decía el txangurro siempre aterrizaba en la mesa entre pasteles salados cubiertos de gelatina y fuentes de espárragos, y dentro de su eterna concha, cubierto de pan rallado y mantequilla a cascoporro y gratinado en el horno donde habían asado el cochinillo, justo después de sacarlo. Por aprovechar el calor… y los aromas.
Y yo que era una enana nunca sabía como se comía aquel bicho. Lo miraba, y por más que le daba vueltas, no veía el momento de cortarme una rebanada o untar su contenido en pan, era… raro.
Mi padre lo cogía y me iba dando bocados con el tenedor, cuando se daba cuenta de mi frustración por no saber cómo gestionar aquella cosa dentro de una cáscara grande.
El txangurro me gusta por eso, justamente. Lo he preparado un poco más como lo hacía mi padre, sin tomate, y lo he liberado de su concha para comerlo sobre unas regañás artesanales [y por eso mismo totalmente arbitrarias, tendríais que haberme visto con toda la bolsa desparramada por la mesa eligiendo tres iguales].
Espero que os guste mi versión, y que a Tia Alia no le parezca mal que haya hecho una receta revival de su sangurro.
MODUS OPERANDI
Lo primero de todo, el centollo. O la centolla, en este caso.
La podemos comprar viva y cocerla en casa con todo el trauma añadido de tener que acabar con su vida, o comprarla congelada y cocida que fue lo que hice yo. Mucho más aséptico para mi conciencia.
Una vez la hemos descongelado [o cocido] la abrimos y limpiamos. Hay millones de tutoriales en Youtube sobre como abrir un centollo y las partes que se aprovechan o se tiran, si nunca lo has hecho te recomiendo que veas uno antes de empezar. Serán tres minutos bien invertidos.
Sacamos la carne del centollo con muchísimo mimo para que no se cuele ningún trozo de concha, repasando bien cada trozo con los dedos, y la vamos colocando en un cuenco. Sacamos también la carne de las patas, que es mucha, y de las tenazas. Y por último retiramos el coral [la mía tenía muchísimo, fue una suerte].
Ya podemos empezar.
En una sartén ponemos a pochar a fuego medio los ajos en láminas y la cebolla bien picadita. Es importante que la piques bien menuda, para que no haya trozos enormes entre la carne.
Cuando hayan pochado, añadimos el vino y dejamos que reduzca. Acto seguido, añadimos la carne del txangurro con todo el caldo que ha caído de la concha durante la limpieza, y con el coral. Lo salpimentamos y lo dejamos que se cocine unos 5 o 10 minutos más.
Si lo quieres servir en la concha, puedes meter la carne de vuelta, espolvorearlo con pan rallado, pintar con un poco de mantequilla derretida y llevarlo al horno 5 minutos. En este caso te recomiendo que no lo cocines demasiado en la sartén.
Ya puestos, y para vagos irredentos, hay carne de txangurro congelada. Eso sí, repásala porque suele venir con restos de esos que te pueden hacer un destrozo dental.
Me ha gustado la idea de liberar al pobre bicho de la concha. La introducción me ha recordado mi propia experiencia y es que hace unos años (mis padres tienen más), había como una auténtica pasión por la comida en su propio nicho y servido a la rusa y sí, el centollo tiene un aspecto marciano que desconcierta y acoj.na a los niños, al menos a mí.
Je, je, como siempre, me gusta tanto tu receta como la historia que la acompaña…
Qué bueno Ana, a ver si me lanzo a hacerlo que siempre me da pereza….buena opción en panecillos!
Tomo nota de tu receta, besos
Pingback: RETO “TIA ALIA”. CARAMELOS DE CAFÉ CON LECHE -TXANGURRO. | Sweet And Sour
Siempre gusta recordar viejos tiempos Ana, sobre todo cuando son de la infancia y de momentos felices.
Me parece una suerte que pudierais tener en la mesa siempre buen marisco, aunque casi «pasado» jejejej… me ha hecho gracia que cuentes el detalle, y no solo en ocasiones especiales, me ha recordado que a mi padre también cuando yo era pequeña le regalaban casi una vez por semana langostinos de un repartidor que iba por el restaurante al que él llevaba la contabilidad y repartía langostinos gratis a «to kiski», así que cuando llegaba a casa cenita de langostinos que estábamos deseando y la semana que a lo mejor no le daban nos resultaba raro y lo echábamos de menos.
También me he sentido identificada en eso de como cocer o preparar una receta, «a su manera» mi padre también ronda los 63 y hace lo mismo, y no le saques de hacerlo así o asá que es peor que una mujer en eso.
Bueno niña, que a mi siempre me ha gustado todo el marisco, con cáscara o sin ella, muy fresco o con unos días de madurez jejeje… y que si preparas estas regañás, así sin tener que «pelar» nada pues se comen como pipas, una gozada de versión.
Besos y feliz semana.
Nieves
P.d. jjooooliiin, que rollo he soltado no? jajajaja…
Uff, fíjate que esta mañana cuando abrí el correo y vi que habías elegido el txangurro no te imaginaba tirando en agua hirviendo al pobre bicho, jajjaja, no contaba con la opción congelada y me quitas un peso de encima. Una versión perfecta y lo del corral me encanta. Besos.
El anónimo soy yo, es que no se verme sin mis pincitas de txangurro. Beso.
Yo desde luego paso de cargarme al bicho, y aún congelado, me temo que conmigo no se puede contar para el despiece. Me gusta el marisco, la carne, el pescado, TODO, pero me horriza pensar que en algún momento ha sido un ser vivio. Directamente, cierro los ojos, miro para otro lado y me pongo hasta las botas, pero eso sí, los despieces que los hagan carniceros y pescaderos que para eso están, y el marisco cuando tiene el tamaño mayor que un cangrejo que me lo parta otro ;)
Me llevo una regañá con «bicho»
Bss
Elena
Tengo que reconocer que el marisco me encanta y cualquier plato que lo lleve ya me tiene ganada. Osea, que este… liberado de su concha y encima de esas regañás… me lo llevo para mi casa sin pensarlo.
Por cierto, leyendo lo que escribes de hombres y platos especiales, me ha hecho pararme a pensar.. y darme cuenta de que mi padre no se acerca a la cocina ni para eso. ¿Será que le da calambre? Seguiré investigando, jaja.
Un besazo, guapa
Que original!!!! muy bien, unas tostas de aperitivo, otra forma de tomar una centolla especatcular… me gusta la idea!!!! un muac
En primer lugar no se si darte un tiron de orejas o no jajaja mira que decir que hace veinte años tu padre era un señor mayor con cuarenta jajaja hoy casi es la edad en que la mayoria son padres por primera vez , que suerte que a tu padre le regalaran tanto marisco aunque fuese a punto de pasarse seguro que estaba de rexupete ,yo no recuerdo haber visto cocinar nunca a mi padre a no ser el pollo a la brasa que hacia cuando ibamos de merienda a las brañas que se encargaba de hacer el fuego y e ir dandole vuelta al pollo hasta que estaba listo.
Personalmente es del marisco que menos me gusta comer ,mas que nada por que aqui hay la costumbre sobretodo en las bodas de rellenar la concha con abundante vino blanco hacer un remexido que al final parecen las caquitas de bicho y comerselo a mi me da bastante asquito y eso que esta bien rico si lo pruebas sin mirar a la concha jajaja.
Tomo nota me ha encantado tu version asi seguro que me lo como por que la carne de las patas es muy rica.
Por cierto yo tampoco te veia cociendo al pobrecillo vivo a mi me cuesta bastante hacerlo no veas lo masl que lo paso cuando a mi hermano le da por traer dos kg de necoras para el y me pide que se las cueza .
Bicos mil y feliz semana wapa.
Que bueno asi preparado y ya limpio solo queda saborearlo y seguro que está muy rico.
Yo hice unas piruletas de cafe y leche.besinos
Una versión estupenda…de la de llegar, empezar a comer y no parar. A mí también me gusta el marisco y he tenido mucho contacto con él porque mi familia paterna vive en un pueblo pesquero entonces sieeeeeeemmmmmpre teníamos para cenar o pescado o marisco….recuerdos también bonitos.
Un besote muy fuerte
La verdad que nunca he probado el centollo a pesar de estar rodeada de mar, pero si lo he visto preparado. Esta versión que hoy has preparado me ha parecido muy original. Un besote!
Mi infancia ha sido como la tuya… mantel, hule, los platos de margaritas… pero ahí se queda la cosa, que nosotros no comíamos txangurro… ni sabíamos que existía… jaajajaja
Me encanta tu versión nada viejuna… y eso de las regañás, tengo que averiguar cómo se hacen para probarlas :)
besos
No te preocupes que Carmen no le molestara este revival de su txangurro y de eso de trata de interpretarlo al gusto de cada uno.Me gusta como lo has enfocado y un acierto las regañas.
Bss
Me encanta así, ya preparado, y las regañás habrá que probarlas.
Besos
Pues yo jamás lo he comprado ni lo he cocinado, no tengo ni idea de cómo se hace, si hay que matar al bicho, si hay que despedazarlo y cómo, total, que ni idea, soy una tremenda ignorante de supercangrejos, así lo confieso. Eso sí, comerlo cuando se tercia, por supuesto, jajaja.
Te ha quedado fantástico y si tu papá de pequeña te lo daba ya en rebanadas mejor! jaja, para eso están los papis, para facilitarnos/les la vida y el buen comer. Vaya festivales marisqueros os dabais, eh!
Besos
A mi me gusta mucho mas así, sin la concha y sobre esas tostaditas. Las fotos son muy bonitas Ana. Un beso
El que no ha comido en platos de margaritas o no tiene un trauma de hule no ha sido un niño español. Es así de claro.
No te has detenido especialmente en la salsa rosa… esa mahonesa con chorretón de ketchup vamos.
En mi casa no se ha estilado mucho el modo mariscada en Navidad aunque alguna centolla si ha habido y langostinos siempre ponían.
A mí lo de que me lo pongan así como el tuyo, ya directo para la boca me parece que es para pagarlo. Es lo mejor del mundo no tener que lidiar con conchas de ningún tipo.
La receta me ha encantado, me parece mucho más práctica y «limpia» que la tradicional de rellenar el bicho, bien sea en frío o en caliente. Me apunto tu propuesta. Tu entrada me parece realmente fantástica, Nena… que yo soy de la edad de tus padres y también vivía eso con los míos. En mi casa se comía sobre el hule todo el año, excepto en fiestas muy especiales y ya se encargaba mi madre de decirnos «ojito con manchar el mantel…que luego no hay quien saque la mancha» menuda tensión!! Un abrazo con todas las patitas del centollo….