Es 1943.
Estamos en un pequeño pueblo de la ribera navarra. La guerra ha pasado dejando 38 muertos en un pueblo que apenas suma 2.000 habitantes.
[Todos los vivos conocen a los muertos cuando son pocos los primeros, y muchos los segundos]
En una casa baja, con patio y un pequeño corral, vive una parte de mis antepasados.
Mi bisabuela Catalina, mi bisabuelo Mariano, cuatro hijos, y un hermano de Catalina: Ignacio. En la familia siempre se ha escuchado que el tío Ignacio había perdido el juicio al acabar la guerra. Nadie lo sabe. Era una persona solitaria, huidiza, nunca pisó una iglesia y tampoco se casó. Vivía en la casa, nunca fue al campo, pero ayudaba con los animales y era el chofer de la familia, en uno de aquellos primeros cachivaches con motor que circularon por el pueblo.
Además de la familia, había en la casa conejos, gallinas, varios gatos callejeros que rondaban el patio, y un loro, que se llamaba Blas y era el ojito derecho del tío Ignacio.
Se cerró la casa. La familia [bisabuelos y tío Ignacio] se fue a Zaragoza, y los niños se quedaron con una tía en el pueblo. Y claro, a los animales los cuidaba una vecina, pero el loro… el loro era un bicho muy delicado, y no lo querían dejar tantos días en soledad. Así que se lo encargaron a un familiar, que vivía en un sitio donde Blas iba a estar siempre acompañado: a la tía Julia, monja.
En un hecho sin precedentes, fue el propio Ignacio quien preparó la jaulita con tiempo, ya que la pequeña tardó un par de semanas en ir a Zaragoza. Que antes no había estas prisas de hoy, y el médico quería intentar toda su ciencia.
Llevó personalmente loro y jaula, y lo dejó en la entrada del patio interior, por donde pasaban las monjas en su camino a la capilla. En un rinconcito fresco y transitado. Y hasta escribió de su puño y letra una nota pidiendo que no olvidaran darle una onza de chocolate cada día.
El primer día que pasó Blas allí se armó en el convento la de sanquintín.
Al salir las monjas de su primer oficio de la tarde, el loro, que sabía hablar y mucho, empezó a decir lo siguiente:
“Monja. Monja. Monja. Cooooooooooño cuantas monjas!”
He elegido contaros esta historia, que he escuchado infinitas veces a mi abuela [hija de Catalina y sobrina de tío Ignacio] porque este guiso, que nos propone Tía Alia, me recuerda a los guisos que ella hacía en su cocina del pueblo, en una casa baja, con patio y corral, igual que aquella casa en la que había vivido su madre. Y como llevo tanto tiempo queriendo participar y cocinar estas recetas, aquí va la primera, con todos mis recuerdos por delante.
*La hija menor de mi bisabuela pasó unos días ingresada en Zaragoza, pero nada pudieron hacer por ella. He heredado su nombre, y una fotografía tomada el día siguiente de dejarnos, porque no tenían ningún recuerdo de esa hija efímera que se fue así, de repente.
INGREDIENTES
[6 PERSONAS]
Filetes de ternera, 1 kg
Cebolla, 1 grande [300 grs]
Tomates, 4-5 piezas [500 grs]
Setas de cardo, 250 grs [opcional y sustituible por cualquier tipo de seta o champiñón]
Tomates cherry, 150 grs [opcional, solo decoran un poco]
Vino blanco, 1 vaso y medio [350 ml]
Laurel, 2 o 3 hojas
Agua, la que necesite
Aceite de oliva, 4 cucharadas [60 ml]
Sal, pimienta negra
Como siempre ocurre en los guisos tradicionales, las cantidades son un poco a ojo. De forma orientativa, he pesado todo y os cuento cuánto he puesto de cada cosa expresado en cifras redondas, pero vamos… que esto es a gusto del cocinero.
MODUS OPERANDI
Utilizaremos para todo el guiso la misma olla, debe ser lo bastante grande como para que quepan todos los ingredientes, y sobre un poco. Recomiendo usar una lo más ancha posible, y que tenga tapa.
En la olla, ponemos una cucharada de aceite. Salamos todos los filetes por ambos lados, y los vamos marcando por tandas. Marcar los filetes es meterlos en la olla con el aceite y dejarlos medio minuto por cada lado. Ahora no los vamos a cocinar, no pasa nada si quedan crudos, solo queremos sellar la carne. A mitad de los filetes hará falta añadir un poco más de aceite.
Reservamos los filetes marcados [y crudos] en una fuente, no uséis un plato llano porque van a soltar jugo. Cuando tengamos todos los filetes marcados, pasamos a las verduras.
Cortamos la cebolla en juliana o en daditos [la trituraremos al final… yo la he metido en la Thermomix y la he cortado a lo loco], la echamos en la olla, con los restos de los jugos que ha soltado la carne, añadimos un poco más de aceite, y salamos ligeramente. La dejamos que se cocine unos minutos a fuego medio, hasta que esté blandita.
Rallamos o trituramos el tomate [nuevamente Thermomix… los he triturado a lo bruto, con piel y todo. También puedes poner tomate triturado de lata, pero NO uses tomate frito de bote!] y lo añadimos a la cebolla, con una cucharada de azúcar si los tomates son ácidos. Si tienes dudas, ponla, no hará ningún daño.
Cuando el tomate lleve un rato sofriéndose con la cebolla, unos 10-15 minutos, añadimos el vino y el laurel, y esperamos a que se evapore el alcohol. Unos 5 minutos, 10 como mucho [estará bien cuando veas que ha reducido bastante el líquido].
Ahora añadimos los filetes junto con todo el jugo que han soltado en la fuente. Este jugo es sabor, y hay que aprovecharlo. Si hemos decidido poner setas, las ponemos ahora. Cubrimos con agua, esperamos a que empiece a hervir, bajamos el fuego y tapamos el guiso.
Los filetes de ternera tardarán en estar tiernos entre una hora y una hora y media. Diez minutos antes de terminar, añade los tomates cherry si has decidido usarlos. Su función es únicamente dar un poco de color. [Y si no confundes el temporizador del horno con el de tu guiso, como hice yo, y no los añades 40 minutos antes de tiempo… además no se desintegrarán como me ha pasado a mí].
Cuando nuestro guiso esté terminado, solo tenemos que pasar los filetes a una fuente, junto a las setas y los cherry si hemos puesto, retirar el laurel, rectificar de sal, añadir pimienta negra molida, y triturar la salsa hasta que quede finísima. Si está muy líquida, la podemos volver a llevar al fuego y reducirla un poco más. Yo no lo he necesitado, pero esto dependerá de los tomates que uses, lo carnosos que sean y el agua que suelten.
Jopé, qué bien escribes :). Muchas gracias por compartir esta bonita historia de tus antepasados, la he disfrutado un montón! Me has hecho acordarme de mi propia familia, la de mi madre, que también vivieron en un pueblecito con una casa baja de campo con su patio y sus animales.
La receta tiene una pinta estupenda, y lo dice alguien que no prueba la ternera desde hace años ;).
Un abrazo
Jajaja, que graciosillo, y que poca gracia les hizo a las monjas. Es bonito que hayas heredado el nombre de aquella niña, así vive un poco en ti. Bss.
Una historia muy bonita y con su toque de humor!! Es bueno empezar el Lunes con un toque gracioso… no se hace tan largo. La receta, una maravilla. Estos guisos de ternera son muy ricos. Bs.
Julia y sus recetas.
Que historia más simpática, excepto por la pobre criaturita de la que llevas el nombre! Me ha gustado mucho el fricandó, tengo que animarme a hacerlo, es de esas cosas que se comen con gusto y pan, mucho pan! Un besazo corazón!
Que historia más simpática, ese tío Ignacio sí que las sabía preparar bien. A mí también las recetas me recuerdan a hechos o historias del pasado y eso me encanta.
Coincidimos en la receta. Yo nunca lo había probado y en casa nos hemos quedado encantados. Es una receta de toma pan y moja y te ha quedado perfecta.
Un besito desde La Palmas y feliz semana.
Vaya historia, me he quedado con la boca abierta!
Y menudo fricandó has preparado, se ve de lujo, para sacar el pan y acabar la barra entera mojando!
Besos!
Qué entrada más chula, nos ha gustado y también el fricandó que se ve delicioso!!
un abrazo
No sé qué me ha gustado más si el fricandó o la historia. Todavía me estoy riendo con el loro y las monjas.
Un besazo
Ohhh me ha encantado la historia. Me ha dado la sensación que estaba leyendo uno de esos buenos libros de Almudena Grandes. Por ejemplo Inés y la Alegria. Estoy segura que la receta merece la pena tanto como la historia. Así que con tu permiso me la llevo. Bss
Virginia «sweet and sour»
He visto la receta esta mañana, pero he querido leerla con tranquilidad, ahora al mediodía. Me ha parecido fantastica, y ese toque tuyo de la pasta y el ras el hanout me ha encantado. Un plato con tradición e innovación muy bien presentado. Y la recomendación de vinos para acompañar me la anoto. Bss y nos vemos en nadaaaa.
Virginia «sweet and sour»
Que historia tan bonita, el guiso una delicia, besos
Hola Ana, me resulta entrañable la historia que nos cuentas y que la incluyas como parte de la entrada de este reto que no puede ser más tradicional me ha tocado la fibra sensible. Cuántas familias destrozó la guerra y cuántas vidas truncó, entre muertes y locuras pocos fueron los que salieron de aquel periodo de horror sin secuelas.
Mi hija se llama como tu, y como aquella niña de la que nos hablas.
Por ella y por el resto de tus antepasados va tu receta de hoy, un fricandó con sabor a tradicion y a guiso de toda la vida.
Excelente de aspecto y seguro que también de sabor.
Gracias por participar en el reto y hasta pronto !!!
Me ha encantado tu historia, es estupenda, y ambienta muy bien aquella época de donde provienen todos estos platos. A mi por desgracia no me ha quedado bien, pero viendo los vuestros estoy aprendiendo bastante sobre este plato al que, al final, tendré que dar otra oportunidad. Besos.
Ana, que compartas vivencias de tu familia, en tiempos azotados por la guerra, hace que en cierta forma se le achique a una el corazón. Fueron años de mucha pobreza, mucha, y seguramente muchos no podían ni llevarse un bocado de carne a la boca. Aún así, lo que es de la tierra, pasa a ser una tradición y ahora la excusa ha sido el reto de Tía Alia para que tú hayas avivado esta historia y compartido con nosotros.
Me gustan las salsas muy finas; me pasa igual con las cremas y con los purés. Y la tuya la veo de mi gusto. Lo que no veo es el pan. ¿Dónde está?
;)
Besos y feliz semana
Como me transportas con tus palabras, que bonito lo cuentas….
Me encanta tu fuente de carne, te quedo de cine.
Besos
Me ha gustado mucho la historia que nos cuentas para ilustrar el reto que nos ha propuesto Carmen. La verdad ees que se trata de un plato que hace recordar los guisos de antes. A mi particularmente me ha recordado a uno de los platos que hacía mi madre, así que no me extrana que te haya traido a la mente estos recuerdos.
Te ha quedado un plato estupendo y seguro que lo habrás disfrutado. En eta ocasión también me he decidido por la receta salada.
Por cierto muchas gracias por traerte el logo del concurso, queremos hacer algo especial para los pacientes ingresados y me hace mucha iluzión que lo compartas en tu blog.
Un besito,
Me encantan los guisos tradicionales. En casa la mayoría son así. Y en este tiempo mis carnecitas estofadas, mis cocidos, mis judias mmm! Pero nunca he hecho este que nos traes, y tiene muy buena pinta ana. Besos y lo intentaré probar!
Es agradable recordar la cocina de antaño aunque eso tambien nos traiga recuerdos malos de familia, a mi mis padres tambien me han contado algunas cosas de esa época, sobre todo la penuria que vino despues de la guerra.
El fricando espectacular, de toma pan y moja.
Besos
Una entrada estupenda y simpatica!!!! la fricandó te quedó de lujo.!!! riquisima esa salsita. Besosss,
hola! el plato me parece fantástico, que buenisimas pinta que tiene y la historia tambien me ha hecho recordar algunas cosillas, pues en casa ha sido un plato muy preparado, infinidad de veces. Besos
Silvia
chup-chup-chup
Una receta llena de historias de tu familia, me ha encantado que la compartas con nosotros, es estupenda :) Al igual que tu interpretación!! Genial!!
Un abrazo!!
Qué historia tan entrañable!!! por un lado graciosa y por otro tan triste… pero es muy bonito acordarse de estas cosas, y es bonito que alguien las cuente!
un beso!
Con tanta salsita casi no veo la carne. Me ha gustado la historia, con su parte cómica y sentimental. Y la receta!!, por lo bien explicada que está, sobre todo los tiempos, que es en lo que suelo fallar.
Nos has dejado con la boca abierta a unos cuantos,el plato,maravilloso y las fotos de 10.Bessoss
Que historia tan fantástica, pobre niña, pobre loro y pobres monjas, menudo tuvo que ser Ignacio! jeje. No me queda claro lo de la foto, después de muerta le hicieron una? Ay que truculento.
Bueno, respecto al fricandó, se ve excelente, com no podía ser de otra manera.
Besos guapa.
La foto… efectivamente.
No había ninguna foto en vida de la niña, esto antiguamente sucedía muy a menudo porque no era como ahora, y se le vistió, le pusieron colorete, la sentaron en una sillita y la fotografiaron como si estuviera viva.
Es un poco escabroso, y esa foto siempre resultaba inquietante a la gente que la veía incluso sin conocer la historia… Pero también es de entender que lo hicieran así.
Me ha encantado el post a mi tambien me encantab escuchar esas historias que los abuel@s o tios abuel@s contaban como nadie ,pero lo que me ha dejado un poco escazurrada como dice una compañera mia , es lo de hacerle la foto a la niña una vez muerta ,aunque tambien es la unica manera de tener una imagen suya.
Lo del loro es total si se lo cuento a mi hijo me pide uno que hable asi,para ponerselo el va a un colegio de monjas .
El fricando divinisimoooooooo ademas de estar de rexupete.
Bicos mil y felñiz finde wapa.