CAL 423,4 · HC 48,4 · PR 22,2 · GR 17,3 [POR RACIÓN]
Las recetas de leguminosas son por lo general, para disfrutar en la intimidad.
La estricta intimidad de quien puede soportar tus pedos con buen talante y la confianza que da compartir gases en una convivencia pacífica y armoniosa.
Esta es una confianza que se construye. Todos hemos pasado por ello. Hemos conocido a alguien especial, nos hemos enamorado locamente y en algún momento hemos decidido vivir juntos.
Cuando te enamoras locamente y esa persona se instala en tu vida y finalmente en tu casa, el primer trance a superar es el de la convivencia gaseosa.
No empiezas a convivir el día que te deja un cepillo de dientes en casa. Tampoco cuando deja una muda de ropa interior y te pide si no te importa lavar las que se va cambiando cuando se queda a dormir. Ni el día que te recoge y te tiende amorosamente la lavadora.
Que no os cuenten rollos de que si la división de las facturas, el reparto de la limpieza de la casa, quién plancha las camisas o baja al perro. No, no. El punto que establece el comienzo de cualquier convivencia es este: cuando te tiras un pedo y no te escondes.
En este punto la relación queda formalizada. Ese momento a media tarde en que estás en el sofá, notas como un gas se acerca a la casilla de salida y piensas Mira cari, esto va a ser así. Puede ser sonoro o silencioso y letal, pero mejor nos vamos acostumbrando. Y lo liberas.
Y no pasa nada. Porque cari también ha comido alubias, y cari también se ha puesto azul de aguantar la respiración, y necesita que se estableza un clima de mutua confianza donde dejar de sufrir la represión de los intestinos.
Y aquí, puedes dar tu relación de pareja por iniciada. Hasta ahora, todo lo de antes, era el previo. La parte de tu relación que sólo tenía besitos, flores y tarjetitas con corazones recortados.
Y luego queda el espacio público, lo que no forma parte de la estricta intimidad de tu vida familiar. Y eso, es lo peliagudo.
El viaje de dos horas en autobús de línea. El gimnasio. La sala de espera del dentista. Las dos horas del secador de permanentes en la pelu. El exámen de la oposición.
La gran represión que te ves obligado a sufrir contra toda lógica porque lo dicta el decoro. Hay quien dice que los pedos son alegría, y yo estoy por decir que alegría igual no, pero liberación y gustito, un poco sí.
Pero no dejes de leer esta receta por ello. Todo tiene solución en esta vida.
Hay ciertas cosas que podemos hacer cuando no podemos dar rienda suelta a nuestros gases. Te cuento unas pocas:
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No comas legumbres acompañadas de fruta, eso es como abrir una granada de mano y dejarla en el asiento de al lado. Explotará, y lo sabes. Los oligosacáridos de las leguminosas [eso que tú no digieres y produce gases que se acumulan en el intestino grueso] se harán amiguísimos de los azúcares de la fruta y se montarán un fiestón del que tú serás la víctima.
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No comas legumbres con picante. El picante es el botón de acción que lleva los oligosacáridos directamente a la casilla de salida, ocurre lo mismo que con la fruta, es una idea apestosamente mala…
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Cocina las legumbres con alga kombu, o acompañalas de anís, hinojo o cominos. Ayuda. La kombu la puedes retirar o te la puedes comer, a gusto del consumidor. Yo la trituro con el caldo de las legumbres y no se nota nada en el sabor, pero ayuda mucho a digerirlas.
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No vayas a un exámen de oposición tras comer judías blancas, no fuerces la máquina, la tensión y la hinchazón abdominal sólo pueden acabar en descontrol y desparrame. Y no sabrás si es peor un delator sonoro o un silencioso letal.
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No vayas al gimnasio tras haber comido nada de lo que te puedas arrepentir mientras coges peso en tandas de 8 repeticiones.
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Si nada de esto funciona, o si necesariamente te surge un plan incómodo después de haberte comido unas fabes con sacramentos, lleva un niño contigo. Uno que no hable todavía, podrás echarle la culpa de todo y no podrá defenderse. Tranqui, los niños no suelen conservar recuerdos tan tempranos, no le vas a crear un trauma.
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Si no tienes un niño a mano, puedes hacerte con un perro y culpar a la comida que te recomendó el veterinario, o a tu suegra que le da taquitos de chorizo y le sientan mal.
En todo caso, las posibles estrategias son: evitar el peligro, moderar los efectos o culpar a otro.
Ya sabes, ten todo esto en cuenta antes de ponerte a comer esta deliciosa ribollita…
MODUS OPERANDI
Lo primero de todo, es poner a cocer las alubias. Para ello, las habremos dejado la noche anterior en remojo de agua con una pizca de bicarbonato.
Las alubias las coceremos en agua con sal o con caldo, y tardarán en torno a dos horas en olla convencional a fuego medio, o unos 16-18 minutos en olla exprés [tiempo desde que sube la válvula, y siempre revisable en función de tu olla y del tipo de alubias y su tamaño].
Una vez las alubias están cocidas, las escurrimos reservando el caldo de la cocción, que utilizaremos más adelante.
Si las alubias son de bote, las escurrimos y les damos un ligero aclarado para que no sepan a bote. No hay caldo que guardar, así que no pasa nada, preparamos un litro de caldo con agua y una pastilla de caldo [si estás usando legumbres de bote lo mismo no te apetece currarte un caldo casero, pero si te animas… sin duda será la mejor opción]. El caldo, por cierto, puede ser de verduras o de carne, a tu elección.
Ya tenemos las alubias cocidas. Así que al tajo.
Empezamos con el apio, la zanahoria, la cebolla y el puerro. Limpiamos y picamos menudas todas estas verduras. En una olla grande [con previsión de que terminaremos todo el guiso aquí] ponemos el aceite a calentar, y pochamos estas cuatro primeras verduras a fuego bajo con una pizca de sal.
Mientras se van cocinando, lavamos las espinacas y el repollo, y lo cortamos todo en tiras. Lavamos y troceamos los tomates. Añadimos todo a la olla cuando las primeras verduras se han cocinado y están blanditas.
Lo cocinamos dos o tres minutos, y añadimos a la olla una parte del caldo que teníamos reservado, hasta cubrir las alubias y un dedo más [el caldo que guardamos de cocer las alubias, o el caldo que habíamos preparado en su lugar], todas las especias y un par de cucharadas de alubias, que se desharán por completo y servirán para espesar y trabar el guiso.
Si con el caldo guardado no nos llegara, lo podemos completar con más caldo de verduras o con un poco de agua.
Cocemos todo el conjunto unos 30-40 minutos, vigilando que no se quede sin líquido, en cuyo caso añadimos más caldo o un poco de agua.
Una vez el guiso esté completamente terminado y tierno, y se haya trabado el caldito, añadimos todas las alubias que teníamos reservadas y lo cocinamos todo junto unos 5-10 minutos más a fuego bajo.
En este punto es muy recomendable no meter ningún instrumento a la olla para dar vueltas, ni cucharas ni espátulas ni nada que pueda romper las legumbres. Sólo movemos suavemente la olla cogiéndola por las asas y haciendo movimientos circulares. Rectificamos de sal.
Mientras el guiso se termina de cocer, pelamos los ajos y cortamos el pan en rebanadas. Frotamos enérgicamente cada rebanada con ajo por los dos lados [con ánimo, que impregne bien el ajo, sin miramientos] y las reservamos.
Precalentamos el horno al máximo de temperatura que tenga.
Retiramos la ribollita ya cocinada del fuego, y pasamos a la parte sustanciosa de todo el asunto: el gratinado. Lo que va a convertir un humilde guiso de alubias con verdura en un desparrame de sabores y texturas.
Colocamos en el fondo de una fuente de horno las rebanadas de pan, y vertemos el guiso por encima. Por motivos puramente estéticos, yo coloco las rebanadas encima del guiso y no en la base. El pan no queda tan impregnado, pero está bueno también y para servirlo queda mucho mejor presentado.
Espolvoreamos todo con parmesano abundante [usé emmental sin lactosa, que no gratina tan maravillosamente bien, snif snif] y lo metemos al horno, que bajaremos a 180º unos 10-15 minutos o hasta que el queso se funda completamente.
NOTA A LAS FOTOS: Aunque hice ribollita para 4 personas, y es la cantidad que puedes ver en el proceso de cocinado, en casa somos dos. Guardé la mitad cocinada tal cual se ve en la olla en el último paso, y la congelé para otra ocasión. Y preparé para el horno [pan y queso rallado] la mitad que iba a servir en ese momento.
Tenemos una cosita pendiente de hace un par de posts… y es el sorteo de un molde para pan, que anuncié en esta entrada
La afortunada ha sido Libia, el comentario participante número 7. ¡Enhorabuena guapa!
Para evitar no quedar mal con tu pareja cuando comienzas a convivir lo mejor es «pedorrearse» antes, y poco a poco irle acostumbrando jejejeje…
La verdad es que todos en algún momento inadecuado hemos sentido ese gas que sube y baja jejeje… aún así yo me resisto a dejar de comer leguminosas, me encantan!!
Un platazo delicioso Ana, aunque parezca un tópico tengo unas alubias enormes en casa esperando que hacer con ellas y creo que tengo que probar este plato.
Ya te contaré las consecuencias jejeje…
Besos
Nieves
Yo estoy con Nieves. El peo por delante, y a partir de ahí, ya todo tiene que ir a mejor. Jajajaja.
Vaya pintaza de receta. No la conocía, pero me la apunto. Me encantan los guisos de verduras gratinados.
Muwhahawha Muwhhahawha Mwuhahahawha! Tu tener mucha sabiduría Dña Ana, de la culinaria y de la vida parejil en general!!
Jajaja me parto contigo Ana. Te voy a decir otra cosa que va genial para no tener gases y es comer un yogur de postre, funciona fenomenal. Feliz fin de semana guapa.
Jajaja no sé yo si llegará ese día conmigo. Mejor no como alubias??? Nooo, si es con un plato como el que nos traes me lo como segur y a ver las consecuencias ;). Y GRACIAS POR EL MOLDE!!! Me reencanta!!! Besotes!!
Buenísima la historia de los gases! me encanta leer tus reflexiones sobre la vida misma :))
Creo que viendo la foto y leyendo la receta, no nos resistimos a probarla, asumiendo consecuencias, jeje.
Un beso.
Elena.
genial la historia¡¡¡
el plato muy rico¡¡.
besos crisylaura.
Ana,,que bonito queda,,,me encanta tu receta,,un besito.
jajajajajajajajaja Lo que me he reído y oye, tienes toda la razón. Es algo natural a nuestros cuerpos animales y, mientras mejor comemos, más gaseosos nos volvemos. jajajajajaja Me parto de la risa. Y qué bueno ese guiso. Me da igual perder amigos, mientras me quede tan a gusto comiendo ese rico plato.
Muacccccccccccccc
Me enamoró esta sopa Robollita el día que la probé en casa, gracias a una receta de un libro que cayó en mis manos. Es una maravilla, excepto algún matiz diferente, es como si la saboreara de nuevo. Me quedo tu receta para próximas Ribollitas, besos!