Pasó mucho tiempo hasta que volví a comer salchichas frescas.
Un lugar del que no quiero acordarme. Finales de los 90. Residencia de estudiantes regentada por adorables monjitas. Menú del comedor comunitario.
El lugar del que os hablo es donde inicié mis peripecias universitarias, allá por primero de carrera. Mis padres me depositaron en una residencia de monjitas, conscientes de todo lo que podía ocurrir si me dejaban sola en un piso de estudiantes, ahí, sin saber ni freír un huevo y rodeada de cosas que cortan, queman o explotan.
La residencia era un lugar más o menos amable siempre y cuando no fuera la hora de comer. Por aquel entonces, no había tantos remilgos como ahora, y el menú consistía en un primero, un segundo y natillas o fruta. Punto. Lo de elegir es cosa de las generaciones de modernos. Entonces no había de eso. Las cocineras cocinaban lo que marcaba el menú del día, ajustadas a unos costes, y ya podía gustarte.
Lo servían en unas bandejas de esas de metal con hendiduras, como en la mili, que bien mirado es bastante más ecológico que lo que hacemos ahora de ponerlo todo en plásticos desechables. Y comíamos en mesas de seis donde a veces nos apretujábamos ocho o nueve.
Una de las comidas más recurrentes, eran las salchichas frescas. Son baratas, se cocinan rápido y más o menos tienen su punto de aceptación general. Por supuesto por aquel entonces no se llevaba ser vegano ni nada parecido, por esa época se llevaba te lo comes y punto. Y cualquiera le discutía eso a las cocineras, que no eran monjas, pero eran dos señoras lo bastante fornidas como para que no te sintieras con ánimo de discutirles nada.
Las salchichas se servían con un puré de patatas infame de esos de polvos, una cosa bastante abominable que había que comerse de todos modos, cocinada con caldo de carne en pastilla para darle sabor. Y propiamente, las salchichas… en la residencia nos referíamos a ellas como dedos de leproso. He dicho dedos. Por ser políticamente correcta. Una cosa blanda, que se deshacía toda en el plato, y tenía más ternilla que carne. Eran las salchichas hechas con las sobras de las sobras. Ahí donde caía todo lo que el proveedor no había colocado en otros platos, bien triturado, con un buen puñado de tocino para camuflar el engrudo, y ya. Blandurrias, insípidas y sosas. Eran una de las cenas más temidas, detrás de la sopa de queso [no puedo hablaros de esto porque aún no he encontrado la forma de explicar qué era aquello que se empezaba a oler en la tercera planta y que provenía de la cocina en el sótano]; las albóndigas-para-gatos y la menestra-a-trois que incluía cualquier resto orgánico rescatable de todas las comidas de la semana.
Desde entonces, cada vez que veo salchichas frescas veo a la fornida cocinera con sus brazos de leñador vasco y su amabilidad de luchador de sumo, ofreciendo con su mejor sonrisa el pegote de engrudo de puré de patatas y las dos o tres salchichas por ración plantadas encima.
Una cosa super tierna. Lo de su mejor sonrisa [yo creo que lo era, o al menos, quería parecerlo].
En fin. Que me he reconciliado un poco con ellas y ahora puedo entender que las salchichas frescas te salvan el culo en muchas cenas o comidas después de un vermut que se te ha ido un poquillo de las manos. Que son apañadas, vamos. Que tardas 15 minutos y son la mar de agradecidas. Sobre todo si son hechas por un carnicero con escrúpulos, de esos que les ponen carne. Como el mío. Un encanto.
Y estas salchichas frescas con manzana en concreto, además vienen para esta edición del #asaltablogs de la cocina de mi amiga Maite, el ser humano bonito que hay detrás de Antojo en tu cocina. Y lo digo con conocimiento, que esta niña es #amorcitodelbueno, y tiene el blog mejor indizado de la blogosfera. Un gusto pasar por su cocina.
INGREDIENTES
[2 PERSONAS]
- Salchichas frescas, 400 g [6 uds]
- Cebolla, una mediana [100 g]
- Manzana reineta, una [150 g]
- Vino blanco, medio vasito [50 ml]
- Tomillo seco, media cucharadita
- Aceite, 1 cucharada
- Sal, pimienta
MODUS OPERANDI
Para hacer salchichas frescas con manzana, lo primero que haremos será cortar la cebolla en juliana. Ponemos una sartén al fuego con el aceite y pochamos la cebolla con un poco de sal hasta que esté completamente blandita y cocinada. Mientras la cebolla se cocina, vamos pelando y cortando en láminas la manzana reineta. A mí particularmente no me gusta usar manzanas dulces para platos salados, si no hay reinetas puedes usar una granny, pero en verdad sobre gustos no hay nada escrito…
Cuando la cebolla esté completamente cocinada, añadimos a la sartén la manzana y el tomillo y dejamos que se cocine. Añadimos el vino blanco para que no se quede sin nada de líquido, y tapamos [en la receta original no se usa, pero mis sartenes de hierro evaporan demasiado rápido y necesité un poco de vino para subsanarlo].
Mientras se cocina la manzana, en una sartén grande o en una plancha cocinamos las salchichas frescas. No suelen necesitar aceite, porque sueltan su propia grasa, pero esto depende y mucho de como estén hechas. Usa un poco de aceite si ves que se pegan.
Cuando tengamos las salchichas casi hechas, y la manzana cocinada y blandita, ponemos las salchichas en la sartén de la manzana y dejamos que se cocine todo junto un par de minutos más.
Que ricas!! Yo tengo menos miramiento, en casa las llamábamos pichas de perro jejeje. En casa se las hago de vez en cuando a las niñas, pero eso sí, mirando que sean de calidad. Probare con la manzana, seguro que le va genial. Besos!!
OOOhhh este es un plato de los míos, como me gustan los contrastes y esa manzana aporta tanto…
Felicidades por el asalto.
Besos.
Seguro que con manzana suben automáticamente de nivel, las probaré!!
un besazo
Madre mía, se me ha cerrado el estómago con tus historias! jajaj no me extraña que hayas tardado años en volver a comerlas! Te ha quedado un asalto la mar de rico! mil gracias!
jajaja que risa con vuestras ocurrencias para llamar a las salchichas. En mi casa se las llama por su nombre, y se suelen hacer en salsa de vino blanco, que nos encanta
Anda! ¿Con manzana? Pues deben ser estupendas, solo con la foto ya me estan gustando, habrá que probar esta mezcla, seguro que exquisita. Bs.
A mi me encantan las salchichas frescas , yo las suelo cocer en vino y me encantan con el puré de patata eso si casero . Tú historia me ha recordado mis años de colegio de monjas , ¡que mal se comía ! ,pero gracias a eso valoramos lo de casa , y ahora comemos de todo por lo menos yo . Un buen robo
Teimpos antiguos donde definitivamente no se ponían con remilgos, un menú para todos y sale punto final. Creo que con hambre entra todo y bueno o comes o te quedas mirando un chispero y a media noche el estómago te cruje…, jajajaja. Esas descripciones tan bien hechas me hacen imaginar todo a la perfección del detalle Ana. Lo que sí puedo decir es que en casa de monjas la comida es abundante, me acuerdo muy bien de los platos de mi colegio, cocinas de lujo. (claro otra cosa debe ser la cocina para los estudiantes)…Estas salchichas con su punto dulzón se ven muy buenas
un abrazo
Menudas eran las monjas, como para negarse a comer nada jajja. Me ha encantado tu historia, y la receta más! Un beso!
Me encantan tus historias y tu forma de contarlas :) ¿Qué te puedo decir yo de esta receta? Es un secreto….pero se la cedí a Maite en su momento jajajaja así que las tengo en el blog, con romero en vez de tomillo :) A mi me encantan, es darle otro toque a algo tan sencillo como unas salchichas, el contraste de sabor con la manzanda es genial.
¡Un saludo!
Madre mía, me has recordado mis tiempos pasados en la residencia universitaria, donde teníamos algún plato que también teníamos apodado, y en alguna de las historias también estaban presentes las salchichas … que recuerdos!!! Pero tu receta es otra historia, el toque de manzana tiene que estar espectacular. Besitos itos
Me encantas las historias personales que hay detrás de lo que asociamos a las comidas.