[Y YA SÉ QUE NO QUERÍAS SABERLO]
Por fin. Que ganas tengo de descansar un poco!
Tengo un mes de vacaciones, y en lugar de hacer cosas normales de gente normal en vacaciones [irse a la playa a pescar medusas, jugar a la ensaladilla rusa en los chiringuitos, hacer puenting] me he operado la miopía y para rematar la faena, en pleno post operatorio, en lugar de paz y descanso, he pintado la casa.
Claro que sí.
El verano hay que llevarlo con alegría. Nada mejor para combatir los 40º a la sombra que coger escalera y rodillos y liarse a pintar. Menudo tipín se te queda. Sudas tanto que ya puedes pasar el resto del año sin hacerte ningún peeling, que con los chorretones de sudor te han salido las impurezas desde la primera comunión hasta ahora mismo.
Y como de todos modos, yo me había tomado lo del descanso muy en serio y no he pisado el gimnasio en todo agosto, pues oye, un poco de movimiento me viene bien, que así luego no me salen agujetas a la primera sesión de spinning.
Además pintar es divertido.
El primer paso, necesariamente es llamar a la casera, y explicarle cuales son tus intenciones con su piso. Y convencer a una adorable anciana que ha elegido un color salmón innombrable para los suelos y un vainilla memorable para la cocina, que vas a pintarle la casa… de colorines. Que blanca está muy sosa. Y de todos modos empieza a ser muy gris.
Primero eliges los colores, en tu cabeza. Y tu compañero elige los mismos colores, en la suya. Os ponéis de acuerdo. Y cuando llegas a la tienda de pintura, descubres estupefacta que el color berenjena es un poco más rojizo en tu cabeza… que en la suya, donde básicamente es violeta. Cuestión del punto de maduración, va a ser.
Superado el trance y elegido lo que más se parece a un consenso entre su gama de colores y tu gama de colores, sales de la tienda con tus dos botes de pintura [de momento, dormitorio y salón, el resto si eso otro año] y ale, a pintar se ha dicho.
Empapelas tooooda la línea de molduras del techo [molduras de los años 40 con cenefas, una cosa muy de Cuéntame], techo que seguirá siendo grisáceo al menos otro año más porque ya no te quedan ánimos de pintarlo de blanco y además no sabes como gestionar tanta moldura y tanta cenefa.
Y cuando terminas, empapelas tooooodos los bordes del suelo a la altura del rodapiés. Y hecho eso, te tomas un descanso cuando en verdad lo que necesitas son unas vacaciones de pintar, que estás ya que no puedes más de poner papelitos y cintas de carrocero por todas partes.
Descansas, empapelas radiadiores, ventanas, cuerdas de persianas, enchufes, interruptores y marcos de puertas, y ya podrías dar la labor por concluida si no fuera porque… aún no has empezado. Un detallín de nada.
Luego pintar mola. O molaría, si no fuera porque el gotelé de mi casera tiene el tamaño de judiones de la granja estampados contra la pared, y tienes que pasar el rodillo en varios ángulos para pintarlos enteros.
También molaría si la anterior mano de pintura no estuviera tan vieja, y las paredes no hubieran tenido humedades, porque entonces no se caerían trozos de pared al paso del rodillo.
Esto, por cierto, hay que explicárselo a la adorable casera. Lo de que faltan trozos de pared, disimulados a golpe de pincel y con mucho pulso.
Una vez pintado todo [paredes, trozos de puerta, manos, pelo, y pies a salpicones] sólo queda… repasar las calvas de pintura, esas que tu agotamiento te hizo ver de manera muy optimista, pero la realidad te dice que no, que son calvas blancuzcas, y que mejor las repasas, y retirar todos los papeles, además de devolver los muebles a su sitio.
Una tontería de na.
Y todo para comprobar que, terminado el dormitorio con éxito de acabado [aunque la pared finalmente no es ni malva ni violeta sino añil suave, no entendemos muy bien qué ha pasado pero a estas alturas ni siquiera nos importa] tienes que empezar con el salón.
Lo dicho, que pintar mola.
Yo había pensado entregarme a la bebida para llevarlo mejor, pero ver doble no me parece la mejor idea para pintar el salón de anaranjado en tres paredes, más una pared anaranjada con un arco morado. No preguntéis, el arco estaba en la casa cuando llegamos. Ya os he hablado de los gustos de mi casera.
Así que puesta a no darme a la bebida, al menos voy a darme al azúcar, que necesito energía para manejar el rodillo. Ya que la cocina no es zona cero, tengo que aprovechar y hornear cosas ricas y reconfortantes que me devuelvan la fe y la esperanza en que todo esto quede bien.
Cosas llenas de mantequilla, para sentirme muy #feliz y muy #gordor y disfrutar en plenitud de una cosa rica, especiada y ligeramente picante, una de esas cosas que horneas una vez cada mucho tiempo… más o menos… lo que tardas en decidirte a pintar.
De todos modos, si nos arrepentimos… siempre nos podemos mudar a otro piso que esté pintado de blanco.
[24 GALLETAS, EN MOLDES DE 7 CM]
Sal, una pizquitina
Nota: Esta receta es apta para intolerantes a la lactosa. Casi todos los intolerantes podemos tomar mantequilla debido a que la presencia de lactosa es residual, pero si tú no puedes, hay mantequillas especiales en el mercado.
MODUS OPERANDI
Lo primero que haremos será pelar el jengibre, rallarlo lo más fino que podamos, y reservarlo.
En un cazo, calentamos la mantequilla hasta que se funda, y la retiramos del fuego. Incorporamos el jengibre rallado, lo tapamos y dejamos 10 minutos infusionando.
Mientras tanto, vamos pesando en un mismo bol todos los ingredientes secos: harina, azúcar, levadura y sal. Removemos un poco para mezclarlos y reservamos.
En otro bol, ponemos la mantequilla ya un poco templada, y los huevos. Lo batimos un poco hasta tener una mezcla homogénea. En un mortero, reducimos a polvo los granos del cardamomo y los añadimos aquí.
Incorporamos la mezcla seca de harina, y lo mezclamos hasta tener una masa uniforme, a la que daremos forma de cilindro alargado, como si fuera un chorizo. La envolvemos en papel film, y la dejamos reposar en la nevera una hora como mínimo.
Pasada la hora de reposo, sacamos el tubo de masa de la nevera, lo desenvolvemos y cortamos discos de medio centímetro [bueno, o del ancho que quieras, a más delgadas, más cantidad sale y más crujientes, pero así gorditas tienen mucho encanto y se rompen menos].
Para hornear, yo he usado una bandeja de galletas, si no tienes una de estas, ponlas en la bandeja normal y deja bastante espacio entre ellas, porque crecerán.
Las horneamos, con el horno precalentado al máximo, a 170 ºC hasta que estén ligeramente doradas, unos 12-15 minutos [según el grosor].
Una vez fuera del horno, las dejamos enfriar sobre una rejilla.
Receta vista en El Comidista
Una pared naranja con un arco morado…. sí, definitivamente… pintar mola! jaajaajaja
Las galletas de vicio! Eso sí, la próxima vez no nos cuentes las calorías :P jaajaja
besos guapa
Me reí mucho con eso de «Sudas tanto que ya puedes pasar el resto del año sin hacerte ningún peeling, que con los chorretones de sudor te han salido las impurezas desde la primera comunión hasta ahora mismo.» Sin duda unas vacaciones ajetreadas, te entiendo perfectamente cuando hablas de la empapelada de TODO,,, uno se puede gasta todo un día poniendo cita, tapando cenefas y cuando te das cuenta ya es de noche y no has comenzado literal, ….luego de la pintada, la sudada en pleno verano, el peeling, y el color final luego de secado que uno nunca entiende porque quedo así, pero ya el cansancio y estrés del desorden pueden con el tema. Pues luego de todo ese trabajo, lo mejor que le puede pasar a uno es toparse con estas galletas. Me gusta mucho el cardamomo y en compañía del jengibre wooou! delicia!!.
Un beso
Jajajaa no puedo, contigo me lo paso pipa si siempre eres así de animada que gusto, los que viven contigo deben estar en la gloria y felices como perdices.
Que galletas tan ricas, me parece que el sabor ha de ser para chuparse los dedos, jeje, la pena es que el calor no nos quiere abandonar para que disfrutemos del horno, si enciendo el horno ahora mismo he de llamar a una ambulancia antes de que estén listas las galletas porque nos da un soponcio de calor. Parecerá imposible, pero ha hecho mas calor hoy, 1 de septiembre, que en todo agosto, que horror!!!!
Besote!!!!
Pero a ti que te pusieron en l operación??? Vaya energía!!! El jenjibre en casa no termina de entrar muy bien por eso no he probado las galletas, pero sera como todo, cuanto mas lo pruebes mejor, algo que gusta a tantos es que esta muy rico. Besos y ahora a descansar!!
Me he cansado nada más que de leerte chiquilla!!! Pero en fin… es una buena manera de sustituir el gimnasio. La mezcla de cardamomo y jengibre la uso mucho en bkzcochis, pero no en galletas, una buena idea. Besos gordos!!!
Ana, al leerte recordaba cuando, algunos meses atrás – época en la que en casa estábamos de pintura – eras vos quien me decías cuán cansador puede ser de sólo leerlo. Es que es así: entre la elección de colores (y, como bien decís, las sutiles diferencias entre “tu” color berenjena y “mi” color berenjena, más el color berenjena de la empresa que comercializa las pinturas), la preparación previa que incluye el desplazamiento (o, al menos, la cobertura con algún tipo de amontonamiento) del mobiliario, la disposición y puesta a punto de las superficies a pintarse (con raqueteo y lijado incluidos), y el encintado pertinente de molduras, marcos, teclas de luz… ¡Puff! ¡Si ya una pide vacaciones y la faena propiamente dicha no ha empezado todavía! En fin, que lo recuerdo y me estreso. Entonces, mejor, me llevo algunas de tus galletas que sirven para reponer fuerzas y darse un gustazo, todo en uno ;)
Espero que ya estés recuperada del todo de tu intervención quirúrgica y que continúes mejorando día a día.
Saludos.
Pues mi verano no ha sido muy diferente, bueno si, lo de la miopía si, pero pintar, ay! pintor que pintas con amooooorrr, pues yo también (pausa zen), lo odio, y mira que a mi no me gusta odiar pero pintar la casa, lo odio, arrggg! bueno, ya terminé, ahora a la vidorra veraniega que queda con ensaladilla, lo de las medusas mejor no y sobre todo volver a la normalidad de fin de verano, pero si dices que mejor estas galletas, pues ea! me encanta.
Pero chiquilla, que con los ojos no se juega…esa operación necesita unos días de descanso no que te pongas a pintar la casa… menos mal que con estas galletas te has llenado de energía!! Bs.
Hola!! me uno a tu sentiemiento de descansar de las vacaciones, si es que no paramos!! jaja. Bueno, las galletas llevan dos ingredientes que me encantan y estoy segura de que están deliciosas, perfectas para reponer fuerzas :)
Besos!
Sabrosas, si si me encantan las especias me voy a preparar una galletas jejeje feliz finde guapa
Mis tiempos de pintar ya pasaron. Mi contrario y yo nos hemos dado verdaderas palizas (sobre todo él que a mi enseguida me entraba un mareo…) Pero si que pintar mola. Mola porque ya que mueves muebles aprovechas para tirar la mitad de los trastos que acumula tu contrario (mientras él pone la cinta en el rodapies), je je.
Lo que si molan son las galletas, muchas calorías sí, pero bueno, haremos un poco de ejercicio extra.
Bss
Elena
Qué maravilla de galletas y qué combinación más estupenda la del jengibre y el cardamomo. Me la apunto!! besitos, preciosa!